Plata quemada

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Esta novela cuenta un caso real. En el Buenos Aires de 1965, una banda asalta un banco. Varios políticos y policías también participan y se hacen con su parte del botín. Pero, en la huida, los maleantes deciden traicionar a sus socios y escapar con toda la plata. La policía no lo va a permitir. El autor tuvo acceso a los legajos judiciales del caso, la transcripción de las grabaciones secretas, las declaraciones testimoniales y la crónica periodística. Es una novela dura y conmovedora, deslumbrante y verdadera.

232 pages, Hardcover

First published January 1,1997

About the author

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Ricardo Piglia was an Argentine author, critic, and scholar best known for introducing hard-boiled fiction to the Argentine public.
Born in Adrogué, Piglia was raised in Mar del Plata. He studied history in 1961-1962 at the National University of La Plata.
Ricardo Piglia published his first collection of fiction in 1967, La invasión. He worked in various publishing houses in Buenos Aires and was in charge of the Serie Negra which published well-known authors of crime fiction including Dashiell Hammett, Raymond Chandler, David Goodis and Horace McCoy. A fan of American literature, he was also influenced by F. Scott Fitzgerald and William Faulkner, as well as by European authors Franz Kafka and Robert Musil.
Piglia's fiction includes several collections of short stories as well as highly allusive crime novels, among them Respiración artificial (1980, trans. Artificial Respiration), La ciudad ausente (1992, trans. The Absent City), and Blanco nocturno (2010, trans. Nocturnal Target). His criticism has been collected in Criticism and Fiction (1986), Brief Forms (1999) and The Last Reader (2005).
Piglia resided for a number of years in the United States. He taught Latin American literature at Harvard as well as Princeton University, where he was Walter S. Carpenter Professor of Language, Literature, and Civilization of Spain from 2001 to 2011. After retirement he returned with his wife to Argentina.
In 2013 he was diagnosed with amyotrophic lateral sclerosis; he died of the disease on January 6, 2017, in Buenos Aires, Argentina.
During his lifetime Piglia received a number of awards, including the Premio internacional de novela Rómulo Gallegos (2011), Premio Iberoamericano de las Letras (2005), Premio Planeta (1997), and the Casa de las Américas Prize (1967). In 2013 he won Chile's Manuel Rojas Ibero-American Narrative Award, and in 2014 he won the Diamond Konex Award as the best writer of the decade in Argentina. In 2015 Piglia won the Prix Formentor.
On January 4, 2018, his memory was honored in New York City at "Modos infinitos de narrar: Homenaje a Ricardo Piglia," an event at which academics discussed the impact of his work on Latin American literature and intellectual history and his legacy as a literary critic and scholar.

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April 1,2025
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Esta novela cuenta un caso real. En el Buenos Aires de 1965, una banda asalta un banco. Varios politicos y policias tambien participan y se hacen con su parte del botin.
Esta novela incluye, amor, sexo, violencia, corrupcion, traicion, y bastante suspenso.
Muy bien escrita. La verdad que se la recomiendo a cualquiera, que le guste leer algo fuerte y real.
April 1,2025
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No me pareció gran cosa ni la trama ni el modo en que está armado el texto. Lo único que rescato son los saltos de lenguaje entre la voz del narrador omnisciente que domina la historia (¿Renzi?) y los reportes periodísticos de época, con un muy buen uso del idioma antiguo.
April 1,2025
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En plena contingencia iba de libro en libro sin pasar de las 30 hojas. Con "Plata Quemada" vencí mi bloqueo, según leo, no es de lo mejor del autor, sin embargo a mi me atrapó, aún con la jerga argentina que maneja, fluyó, no sin ciertos baches.
Tomo de un suceso de nota roja de 1965 la investigación para conformar el libro e invistió a los personajes de una psicología propia, descarnada quizá, caótica sí, pero con alma humana.
He de volver al autor pronto.
April 1,2025
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2,5/5

Primera obra que leo de Piglia. Me ha gustado bastante su estilo: me parece sencillo pero al mismo tiempo alberga cierta complejidad. Reproduce muy bien el lenguaje callejero bonaerense de los protagonistas (que he entendido gracias al maravilloso canal de YouTube Te lo resumo así nomás, del que soy fiel seguidora, pues he aprendido mucho vocabulario coloquial rioplatense gracias a él). Los monólogos en primera persona se mezclan muy bien con el narrador que reproduce los hechos con pulcritud, de manera que acabamos teniendo una perspectiva bastante completa de los hechos.

No obstante, como suele ocurrir, no me gusta lo desagradable y explícito de los temas abordados. Es común en la literatura hispanoamericana retratar los problemas sociales sin tapujos, lo cual me parece estupendo, pero la manera tan poco delicada de hacerlo me parece desagradable. Así, la violencia, la pedofilia, los comentarios sexuales... es algo a lo que no me acostumbro. Admiro la forma, pero no el fondo: ese podría ser mi resumen de muchas obras hispanoamericanas.
April 1,2025
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Un millón de dólares en el bolsillo. La policía pisándote los talones. ¿Qué harías?

Porque, en Plata quemada, de Ricardo Piglia, esa es la pregunta que define a sus protagonistas, y de la que no se puede escapar. El destino de estos hombres está marcado, pero no por el dinero ni la fuga, sino por lo que está en juego: la vida misma, que se convierte en una ficha de ajedrez en una partida fatal donde nadie sale ileso. Esto no es solo un atraco. Es violencia cruda, obsesiones febriles y una lealtad llevada al extremo. No hay héroes aquí, solo fugitivos acorralados, pistoleros al borde del colapso y un destino escrito a ráfagas de metralleta.

La historia nos transporta al Buenos Aires de 1965. Una banda de delincuentes asalta un camión de transporte de dinero para las nóminas de la municipalidad y emprende una huida desesperada que los llevará al otro lado del Río de la Plata, a Montevideo. Pero este no es un simple asalto: la mitad del dinero estaba destinada a policías y políticos corruptos que ahora los quieren muertos, lo que convierte a estos delincuentes en piezas desechables de un juego que no comprenden del todo. Aquí no se habla de víctimas o héroes, sino de hombres atrapados en su propio infierno

Y es que, aunque no conozcas la verdadera historia, enseguida intuyes que aquello no puede acabar bien. Lo que empieza como un golpe maestro se convierte en un descenso brutal hacia la locura y la paranoia, con la policía —o mejor dicho, una parte de ella— cerrando el cerco no para hacer justicia, sino para borrar pruebas. La novela reconstruye con precisión el camino sin retorno de estos hombres mientras se atrincheran en un apartamento en Montevideo, rodeados, armados hasta los dientes y consumidos por su propia desesperación.

Piglia no escribe un thriller tradicional, y mucho menos una novela policial convencional. Si hay una comparación inevitable es con A sangre fría de Capote. Ambas novelas reconstruyen un crimen real con un nivel de detalle casi obsesivo, ambas mezclan el periodismo con la ficción y ambas avanzan con el peso de un destino escrito a fuego desde la primera página. Pero mientras Capote nos obliga a mirar a sus asesinos con cierta empatía —especialmente a Perry Smith, con su infancia destrozada y su vulnerabilidad a flor de piel—, Piglia no nos da tregua. Sus delincuentes son puro fuego: violentos, paranoicos, atrapados en su propio delirio. No hay compasión aquí, solo una lealtad feroz y un código que se escribe con pólvora. Capote te invita a entender a sus criminales; Piglia te deja en medio del tiroteo sin tiempo para pestañear.

Y en esa diferencia radica toda la brutalidad de Plata quemada: una narración que huele a pólvora y adrenalina, con el pulso de un thriller tarantinesco, pero sin espacio para el artificio. Su desarrollo es frío y obsesivo, como una crónica periodística escrita por alguien que conoce demasiado bien la mente criminal. La violencia puede parecer gratuita, pero forma parte del código de estos hombres, un lenguaje que se habla con balas y silencios. Plata quemada no es solo un relato sobre un atraco, es una inmersión despiadada en la marginalidad, la locura y la fidelidad absoluta entre aquellos que saben que no tienen redención posible.

Uno de los mayores aciertos de la novela es, a mi juicio, su estructura narrativa: Piglia alterna entre una voz omnisciente en tercera persona, que nos mete de lleno en los diálogos y pensamientos de los atracadores, y la voz de un periodista, también en tercera persona, que sigue el caso para el diario El Mundo. ”El chico era un pibe de pelo crespo, con la credencial del diario donde se leía Emilio Renzi o Rienzi bien visible en la solapa de la chaqueta de Corderoy”. ¡Qué casualidad! El cronista de El Mundo es nada menos que el alter ego del propio Piglia en tantos otros libros.

Y es precisamente esta combinación la que le da a la novela una textura híbrida entre la ficción y el reportaje, creando la ilusión de que estamos leyendo una reconstrucción documental de los hechos, como si leyéramos en el periódico la crónica a pie de calle de su reportero. En algunos momentos, ambas voces se mezclan, y el efecto es brutal: la narración omnisciente se filtra en la crónica periodística, sugiriendo que la verdad no está en los hechos sino en la forma en que se cuentan. Y, además, Renzi —o Piglia en el papel de Renzi en su labor de periodista— es quien hace las preguntas incómodas a la policía
”Había que matarlos para que no hablaran. ¿De qué? ¿Hubo negociaciones? ¿Es cierto, comisario —anotaba el cronista de El Mundo las preguntas en su libretita— que algunos policías, se dice, habrían arreglado en San Fernando la fuga de los malhechores a cambio de una parte del botín? (…) El chico de El Mundo anotó lo que había empezado a declarar Silva: —Son enfermos mentales. —Matar enfermos mentales no está bien visto por el periodismo —ironizó el cronista—. Hay que llevarlos al manicomio, no ejecutarlos… Silva miró a Renzi con expresión cansada; otra vez ese pendejo irrespetuoso, de anteojitos y pelo enrulado, con cara de ganso, ajeno al ambiente real y al peligro de la situación, que parecía un paracaidista, el abogado de oficio o el hermano más chico de un convicto que se queja por el trato que los criminales sufren en las comisarías. —¿Y matar sanos sí está bien visto? —contestó Silva con la voz desganada del que tiene que explicar lo que para cualquiera es evidente.”
Pero si algo hace que la novela suene real, es su lenguaje. Piglia no embellece ni estiliza los diálogos: los atracadores, los soplones, los policías corruptos, todos hablan en la jerga del mundo del hampa. Es un lenguaje crudo, plagado de códigos, insultos y giros propios de los bajos fondos. No es solo una cuestión de estilo, sino de identidad: estos personajes no podrían hablar de otra manera sin perder credibilidad. Sus palabras reflejan su forma de pensar, sus lealtades y su manera de ver el mundo. Y ahí es donde Piglia brilla, porque no traduce ni adapta para el lector; nos mete de lleno en ese universo y nos obliga a entenderlo en sus propios términos.

El estilo de Piglia en Plata quemada es brutal, seco, sin barroquismos. No hay espacio para sentimentalismos ni para girar en círculos: cada línea te golpea como un puñetazo. La violencia no está solo en los hechos, sino también en el lenguaje: cada palabra es como un disparo en la cara. Y esa crudeza, esa forma despiadada de hablar, es lo que le da credibilidad a todo lo que pasa. No estamos en un mundo idealizado, no estamos en una novela donde todo se explica y se justifica: aquí, las amenazas, los insultos y las órdenes son tan afiladas como las balas. No hay poesía en estas voces, solo pura supervivencia. No lees la historia: la hueles, la oyes, la sientes en la piel como el olor a pólvora después de un disparo.

Pero más allá de la violencia física, hay otra que se va filtrando poco a poco: la locura. No la locura teatralizada ni la de manual psiquiátrico, sino la que crece en espacios cerrados, en mentes paranoicas, en la certeza de que el mundo está podrido y el único camino es la destrucción. Piglia nos mete en la cabeza de estos tipos hasta que sentimos el aire viciado, el sudor frío, la desesperación que los lleva a cruzar todas las líneas. Y lo más inquietante es que consigue que llegamos a entender cómo piensan, que leamos lo que subyace en sus mentes.

Ahora, hablemos de estos tipos, de esos criminales tan crudos como la ciudad que pisan. Plata quemada no es solo una historia de delincuentes, es la historia de una masculinidad rota, esa que se mide en violencia, en coraje mal entendido, y en la idea de que morir matando es la única manera de ser valiente. Dorda y Brignone, el Gaucho y el Nene, no son héroes, pero Piglia, con su mirada fría y certera, consigue que entendamos la tragedia detrás de sus ojos. Y ahí está la clave: Plata quemada no es un relato donde el mal se enfrenta al bien. No, aquí el caos y el orden chocan en un baile macabro donde no hay salvación. Ambos lados están perdidos, en su propia oscuridad, y Piglia lo muestra sin ningún juicio, sin pretender salvar a nadie.

Entre tanto fuego cruzado, hay algo que brilla más que las balas: la relación entre El Nene y El Gaucho. No es un detalle menor ni una insinuación velada, es una historia de amor sin sentimentalismos, tejida con lealtad, deseo y violencia. En el código de estos tipos, querer a alguien es estar dispuesto a matarse con él. Y ellos lo están. No hay concesiones románticas, no hay discursos, solo el vínculo brutal e inquebrantable de dos hombres que saben que no tienen un lugar en el mundo más allá del otro. En un universo donde la traición es la norma, ellos eligen ser fieles hasta la muerte. Y vaya si lo cumplen.

Y el final... ese final. En un tiroteo que se convierte en la lucha por la vida y la muerte, Piglia nos enfrenta a la brutal realidad de sus personajes. Dorda, ese criminal cuyo último aliento lo muestra vulnerable, se aleja de la imagen del monstruo, pero no te engañes: no es compasión lo que sientes. Es una sacudida brutal, el recordatorio de que incluso los más duros, los más perdidos, tienen algo humano. Piglia no busca conmoverte ni tu empatía. Lo que te da es una verdad incómoda: en este mundo, nadie tiene redención.

Porque lo más aterrador de Plata quemada no es la sangre ni la pólvora, sino la certeza de que no hay escapatoria. Es una novela donde el destino está escrito desde la primera página, donde cada decisión es un paso más hacia el abismo. Piglia no da tregua: su narración es tensa, asfixiante y sin concesiones. Para cuando llegas al final, no hay alivio. Solo fuego, solo humo, solo cenizas. Quemar el dinero no es solo un acto de locura o de furia: es el último grito de quien ya no espera nada. No hay botín, no hay recompensa, no hay escapatoria. Plata quemada no es solo un título: es el destino inevitable de todos los que se atrevieron a jugar esta partida. Y cuando cierras el libro, el olor a billetes chamuscados sigue en el aire

¿Es Plata quemada una historia real? La contraportada, y el propio Piglia en el epílogo, dicen que sí, pero si eres de los que se preguntan hasta qué punto la realidad se mezcla con la ficción, prepárate para un juego de espejos. En este caso, Ricardo Piglia nos da el mapa y, justo cuando creemos que estamos por llegar al final del laberinto, nos invita a salir por una puerta secreta. El caso policial de 1965, que la novela asegura ser real, es en realidad una mezcla de hechos auténticos y pura invención, porque claro, ¿quién no ama una buena historia que juega con nuestras expectativas? Lo que importa, al final, es la ‘verdad’ literaria que el libro nos ofrece, no los datos fríos. Y si no te convence, tranquilo: la novela está construida para que te olvides de lo real y te adentres en un territorio mucho más tentador: el de la ficción hecha arte.

Y, si tienes alguna duda sobre la veracidad de los hechos narrados, el propio Piglia te la despeja en el epílogo cuando dice que: ”Fueron de especial utilidad las crónicas y las notas de quien firmaba E. R., que cubrió el asalto y fue el enviado especial del diario argentino El Mundo al lugar de los hechos. He reproducido libremente esos materiales, sin los cuales hubiera sido imposible reconstruir con fidelidad los hechos narrados en este libro.” E.R., Emilio Renzi. Y sí, Emilio Renzi está ahí, como el alter ego del propio Piglia, y, aunque no es el protagonista, su presencia se siente como una especie de fantasma narrativo, recordándonos que, al final, todo esto es también una reflexión sobre cómo narramos la vida, cómo la interpretamos. El hecho de que Renzi esté ahí no solo es un guiño a los fans de Piglia, sino una manera de decirnos: esto es ficción, sí, pero también podría ser más real de lo que pensamos.

Y ahí lo tienes. Porque al final, ¿qué más da si todo ocurrió exactamente así? Plata quemada no es solo la historia de un crimen. Es una novela que se siente real hasta en su última línea, que te deja con el pulso acelerado y una sensación de asombro difícil de sacudir. Un viaje a la locura, la lealtad y la violencia donde, cuando todo termina, lo único que queda es el olor a pólvora y billetes ardiendo.

Así que dime, ¿qué harías con un millón de dólares y la policía pisándote los talones? Porque en esta historia, la única respuesta posible es prenderle fuego y ver cómo todo arde. Plata quemada.
April 1,2025
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Sinópsis:

Esta novela cuenta una historia real. Se trata de un caso de la crónica policial que tuvo como escenarios Buenos Aires y Montevideo en 1965. En septiembre de ese año una banda asalta un banco en San Fernando, provincia de Buenos Aires. También participan varios políticos y policías que se harán con su parte del botín una vez que el robo haya funcionado. El plan se cumple. Sin embargo, en la huida, los maleantes deciden traicionar a sus socios y escapar con toda la plata. La policía no lo va a permitir.

Reseña:
Plata quemada se narra de una manera tan particular que en determinado momento uno (como lector) llega a sentir una gran empatía por los delincuentes. Ellos realizan atrocidades a lo largo de la historia, sin embargo, se me ha escapado más de un suspiro que ha dejado un halo de tristeza al leer ciertas líneas.
Hace pensar y reflexionar sobre cuánta culpabilidad tiene la policía en todo el desenlace, ¿por qué permitieron que los delincuentes llegaran tan lejos? ¿Qué tanta responsabilidad tienen ellos?
Interesante manera de desarrollar la novela, de fácil lectura y con un poder increíble para incitar al lector a leer un capítulo más.

Fragmentos que me han gustado del libro:

*A veces, la cruel delectación con la que leía las noticias policiales era una prueba de su imposibilidad de dilucidar la raíz moral de los hechos de su vida, porque al leer sobre lo que él mismo había hecho, se mostraba satisfecho por no ser reconocido, pero a la vez triste por no ver su foto, y secretamente admirado por la difusión de la desgracia que es devorada con ansiedad por miles y miles de lectores.

*Todos tratan de ocultar el mal. Pero la maldad acechaba en las esquinas y adentro de las casas.

*«Hybris» , buscó en el diccionario el chico que hacía policiales en El Mundo: « la arrogancia de quien desafía a los dioses y busca su propia ruina»

*Buscas algo que no conoces y entonces caes en la desesperación

*en la luz escasa de los rincones cabareteros se amasan extrañas amistades que no lo son cuando amanece el día.

*El corazón late a mil, la cabeza parece iluminada por una luz blanca y los pensamientos se prenden del cerebro como garrapatas. Es un instante y después ya no se puede pensar. Lo que más se teme, lo peor en la vida, sucede siempre de golpe, sin que nadie esté preparado, por eso es lo peor, porque uno se lo espera pero no tiene tiempo de acomodarse y queda paralizado y sin embargo obligado a actuar y a tomar decisiones

*pensaba yo si los pajaritos tienen en los ojos, que son como un alfiler, lugar para guardar los recuerdos

*la policía y los malandras (pensaba Renzi) son los únicos que saben hacer de las palabras objetos vivos, agujas que se entierran en la carne y te destruyen el alma como un huevo que se parte en el filo de la sartén.

*El coraje es como el insomnio, pensaba Silva, nunca sabés cuál es la preocupación que se te va a enganchar en la cabeza y te va hacer actuar como un valiente.
April 1,2025
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Despite the Argentinean setting, this is a book that reminded me of one of those wonderful, gritty New Hollywood movies from the early '70s. You can practically see the lines being cut up on the pebbled-vinyl dash of the Cadillac Fleetwood, the mustaches and sideburns, the guns concealed in beige blazers... there's a guy named “Gaucho,” and there's always a groovy chick to ball and a baggie of grass for some good times, even when the pigs are chasing you down...

It's not the sort of thing I often read, given my general allergy to crime fiction, but it's gripping at times, and the absurdity of the whole damn thing carried it along.
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