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Leyendo este libro, me doy cuenta que tiene una profunda conexión con El túnel, es como un juego de espejos donde un libro se refleja en el otro pero agrandando todo, si en El túnel hay una economía de palabras y contextos, en esta historia se le da una relevancia a explicar el fondo y el entramado en el cual se soporta todo lo narrado.
A partir de una crónica breve policiaca sobre una tragedia, se despliega como si fuera un abanico todo los datos y detalles que llevaron al fin.
Hablar de este libro es hablar de los personajes, hay que hablar de Alejandra, de Martín y de Fernando, sin ellos todo lo narrado no tendría sentido alguno, solo serían curiosidades de una familia, donde sus integrantes fueron personas que tuvieron un papel en la historia del país donde la violencia, la suerte y la locura mezclada se fundieron para ir moldeando una estirpe condenada por su nacionalidad y por su herencia.
Empezare con el elemento externo, Martín un joven de 17 años que se encuentra en un parque al atardecer cavilando sobre su vida, una persona carente de afectos, un padre nulo, una madre deshumanizada que le ha dejado claro que su nacimiento fue una suerte de milagro, por que ella hizo todo lo posible para impedirlo, debido a ese constante martilleo perverso, en su mente piensa en su madre como en una cloaca de la cual vino, por todo esto se infiere la vida triste y miserable que vive este joven.
En medio de esto, aparece Alejandra, una joven de 18 años, bella con una personalidad magnética que con desparpajo y seguridad inicia una conversación que parece más un monólogo, debido a que Martín está subyugado por lo que está ocurriendo, no puede creer que hace un minuto estaba solo, y ahora está joven lo hace parte de algo especial, a partir de aquí Martín se enamora con la fuerza del primer amor, ese que te envuelve de felicidad a pesar de todo.
En varias ocasiones Martín y Alejandra se ven, ella le cuenta extractos de su herencia familiar, pero lo hace de una manera tan peculiar como si ella hubiera vivido las desgracias y los infortunios de tal manera que nos hace pensar en alguien muy viejo que ha vivido tanto, que ha perdido tanto, que parece no tener espacio para nada más, conforme Alejandra se va exponiendo, vamos de la mano de Martín conociéndola, y podemos percibir la oscuridad que la rodea, una oscuridad que está imbuida en toda ella y que la acompaña en sus días pero sobre todo en sus noches.
Somos tan crédulos como lectores que en algún punto pensamos en la redención, en la expiación y en la posibilidad del amor, como si esto fuera posible, pero conforme los traumas y daños de Alejandra siguen saliendo como si Martín fuera un confesor y no un joven enamorado, vamos perdiendo la esperanza.
Aunque Martín es inexperto e inocente, en algún punto logra comprender lo imposible, y de ver a Alejandra como a una princesa en su torre custodiada por un dragón, en cuyo escenario el podría arriesgar y morir por salvarla, se da cuenta que Alejandra es más bien una princesa-dragón, es decir una dualidad donde si el dragon muere, la princesa lo hará también, lo que imposibilita cualquier rescate.
Llegando a la última parte por fin nos convencemos que el amor nació muerto, Alejandra lo concibe como vivir con alguien que sea capaz de no tocarla, de no besarla, es decir ella mutila el amor y lo concibe como algo muerto que debido a su inmovilidad no causa daño, y le recuerda lo peor, lo aterrador de sentir caricias, besos, y retrotraerse a ese oscuridad en la cual vive.
El tercer protagonista es Fernando, padre de Alejandra, un ser moldeado por su estirpe, llena de personajes únicos pero desdichados en muchos sentidos, protagonistas de luchas, de guerras que no llevaron a nada, solo a muerte y desolación, aunado a trastornos mentales agudos que se maximizan con una maldad viva que parece ser la dueña de ese cuerpo llamado Fernando, por medio de un documento escrito por el, conocemos su fobia hacia los ciegos, y como esta aversión se vuelve el centro de su existir, en esta locura Fernando ha olvidado o de algún modo nunca ejerció el papel de padre de Alejandra, y lo volvió un papel deleznable que ejerce una violencia permanente durante toda la existencia de Alejandra, de ahí podemos elucubrar todas las cosas que ella pudo sufrir desde que era una niña de 5 años sin madre y en manos de un trastornado.
Sabato presiona donde duele, pero no lo hace lenta o delicadamente, más bien presiona con fuerza para imprimir el mayor sufrimiento posible, toca temas espinosos que han atormentado a la humanidad por siglos, sin duda estamos ante una obra majestuosa, llena de simbolismos y de múltiples lecturas, un trabajo monumental que se refleja en la manera es como está estructurada y el detalle en los acontecimientos históricos, pero sobre todo la historia vital donde Alejandra es el centro de una tormenta que implosiona sin remedio.
Una lectura que deja huella, que se tiene que leer con una mente ávida.
A partir de una crónica breve policiaca sobre una tragedia, se despliega como si fuera un abanico todo los datos y detalles que llevaron al fin.
Hablar de este libro es hablar de los personajes, hay que hablar de Alejandra, de Martín y de Fernando, sin ellos todo lo narrado no tendría sentido alguno, solo serían curiosidades de una familia, donde sus integrantes fueron personas que tuvieron un papel en la historia del país donde la violencia, la suerte y la locura mezclada se fundieron para ir moldeando una estirpe condenada por su nacionalidad y por su herencia.
Empezare con el elemento externo, Martín un joven de 17 años que se encuentra en un parque al atardecer cavilando sobre su vida, una persona carente de afectos, un padre nulo, una madre deshumanizada que le ha dejado claro que su nacimiento fue una suerte de milagro, por que ella hizo todo lo posible para impedirlo, debido a ese constante martilleo perverso, en su mente piensa en su madre como en una cloaca de la cual vino, por todo esto se infiere la vida triste y miserable que vive este joven.
En medio de esto, aparece Alejandra, una joven de 18 años, bella con una personalidad magnética que con desparpajo y seguridad inicia una conversación que parece más un monólogo, debido a que Martín está subyugado por lo que está ocurriendo, no puede creer que hace un minuto estaba solo, y ahora está joven lo hace parte de algo especial, a partir de aquí Martín se enamora con la fuerza del primer amor, ese que te envuelve de felicidad a pesar de todo.
En varias ocasiones Martín y Alejandra se ven, ella le cuenta extractos de su herencia familiar, pero lo hace de una manera tan peculiar como si ella hubiera vivido las desgracias y los infortunios de tal manera que nos hace pensar en alguien muy viejo que ha vivido tanto, que ha perdido tanto, que parece no tener espacio para nada más, conforme Alejandra se va exponiendo, vamos de la mano de Martín conociéndola, y podemos percibir la oscuridad que la rodea, una oscuridad que está imbuida en toda ella y que la acompaña en sus días pero sobre todo en sus noches.
Somos tan crédulos como lectores que en algún punto pensamos en la redención, en la expiación y en la posibilidad del amor, como si esto fuera posible, pero conforme los traumas y daños de Alejandra siguen saliendo como si Martín fuera un confesor y no un joven enamorado, vamos perdiendo la esperanza.
Aunque Martín es inexperto e inocente, en algún punto logra comprender lo imposible, y de ver a Alejandra como a una princesa en su torre custodiada por un dragón, en cuyo escenario el podría arriesgar y morir por salvarla, se da cuenta que Alejandra es más bien una princesa-dragón, es decir una dualidad donde si el dragon muere, la princesa lo hará también, lo que imposibilita cualquier rescate.
Llegando a la última parte por fin nos convencemos que el amor nació muerto, Alejandra lo concibe como vivir con alguien que sea capaz de no tocarla, de no besarla, es decir ella mutila el amor y lo concibe como algo muerto que debido a su inmovilidad no causa daño, y le recuerda lo peor, lo aterrador de sentir caricias, besos, y retrotraerse a ese oscuridad en la cual vive.
El tercer protagonista es Fernando, padre de Alejandra, un ser moldeado por su estirpe, llena de personajes únicos pero desdichados en muchos sentidos, protagonistas de luchas, de guerras que no llevaron a nada, solo a muerte y desolación, aunado a trastornos mentales agudos que se maximizan con una maldad viva que parece ser la dueña de ese cuerpo llamado Fernando, por medio de un documento escrito por el, conocemos su fobia hacia los ciegos, y como esta aversión se vuelve el centro de su existir, en esta locura Fernando ha olvidado o de algún modo nunca ejerció el papel de padre de Alejandra, y lo volvió un papel deleznable que ejerce una violencia permanente durante toda la existencia de Alejandra, de ahí podemos elucubrar todas las cosas que ella pudo sufrir desde que era una niña de 5 años sin madre y en manos de un trastornado.
Sabato presiona donde duele, pero no lo hace lenta o delicadamente, más bien presiona con fuerza para imprimir el mayor sufrimiento posible, toca temas espinosos que han atormentado a la humanidad por siglos, sin duda estamos ante una obra majestuosa, llena de simbolismos y de múltiples lecturas, un trabajo monumental que se refleja en la manera es como está estructurada y el detalle en los acontecimientos históricos, pero sobre todo la historia vital donde Alejandra es el centro de una tormenta que implosiona sin remedio.
Una lectura que deja huella, que se tiene que leer con una mente ávida.