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A los 19 años, más o menos, abrí con inocencia, con rabia, fresco y joven, mi primer libro de Borges. Pero a los pocos cuentos -o a las pocas páginas, mentiría de cualquier forma porque no lo recuerdo- lo dejé, o mejor, el libro me expulsó. Enojado con el Mejor Escritor Argentino de Todos los Tiempos, o conmigo mismo pienso ahora, le contaba a mi analista de entonces -iba a la piscólogica ja- que Borges era un pedante de mierda, un intelectual frío, un esteta vacuo. Lo odiaba.
Después de esta primera aproximación adolescente, volví a intentarlo. Dos o tres años más tarde. Esa vez ingresé a su mundo, tímido, por la puerta de atrás, solo con un vaso en la mano como en una fiesta en la que no conocés a nadie. Ya no lo odiaba. Intuía por qué era grande, lo presentía. Pero seguía sin poder disfrutar sus cuentos, a pesar de que ahora llegaba hasta con el último aliento hasta el final. No abandonaba como Niuls.
Me llegó, finalmente, el turno de leerlo en la facultad. "Ah, claro", me decía ahora a mí mismo. "Claro". Pude ahí captar su sistema, entender sus motivos, su estructura, su metáforas, su cabeza, su aporte, su novedad: por qué es el Mejor. El fantástico ya no aparecía en lo desconocido, en lo oculto, en lo que no vemos; Borges introduce el fantástico en los libros: ya no hace falta pensar en mundos descocidos o dimensiones dobles. Con Borges los mundos desconocidos o las dimensiones dobles están dentro de una biblioteca, en el tomo VII de un tratado de filosofía grecolatina, "claro".
Pero seguía sin disfrutarlo, sin apreciar sus frases, sin ver que sus cuentos son tanto o más perfectos que la mejor poesía, que es capaz de una precisión con la palabra que pocos pueden llegar a manejar. Confieso que no tuve otra relación así con un escritor, de amor-odio, tan cambiante a lo largo de los años (salvo quizá pero no tanto con Puig), de inmediato rechazo y posterior enamoramiento, digno argumento para una remake local de "500 días con ella", yo en el papel de Zooey Deschanel obviamente, y él en el de Gordon Levitt.
Se entiende por qué nunca escribió una novela: es un escritor implosivo, que prefiere borrar antes que agregar adjetivos, que es obsesivo como buen virginiano hasta con el detalle más tonto. Te amo, Borges. No cambies nunca. For ever friends. A veces, borracho, vuelvo a ver tus entrevistas en Youtube, pronuncio tu nombre, te escribo poemas secretos de amor, y largas y sentidas reviews en este portal. Sos el más Grande por siempre, chau.
Después de esta primera aproximación adolescente, volví a intentarlo. Dos o tres años más tarde. Esa vez ingresé a su mundo, tímido, por la puerta de atrás, solo con un vaso en la mano como en una fiesta en la que no conocés a nadie. Ya no lo odiaba. Intuía por qué era grande, lo presentía. Pero seguía sin poder disfrutar sus cuentos, a pesar de que ahora llegaba hasta con el último aliento hasta el final. No abandonaba como Niuls.
Me llegó, finalmente, el turno de leerlo en la facultad. "Ah, claro", me decía ahora a mí mismo. "Claro". Pude ahí captar su sistema, entender sus motivos, su estructura, su metáforas, su cabeza, su aporte, su novedad: por qué es el Mejor. El fantástico ya no aparecía en lo desconocido, en lo oculto, en lo que no vemos; Borges introduce el fantástico en los libros: ya no hace falta pensar en mundos descocidos o dimensiones dobles. Con Borges los mundos desconocidos o las dimensiones dobles están dentro de una biblioteca, en el tomo VII de un tratado de filosofía grecolatina, "claro".
Pero seguía sin disfrutarlo, sin apreciar sus frases, sin ver que sus cuentos son tanto o más perfectos que la mejor poesía, que es capaz de una precisión con la palabra que pocos pueden llegar a manejar. Confieso que no tuve otra relación así con un escritor, de amor-odio, tan cambiante a lo largo de los años (salvo quizá pero no tanto con Puig), de inmediato rechazo y posterior enamoramiento, digno argumento para una remake local de "500 días con ella", yo en el papel de Zooey Deschanel obviamente, y él en el de Gordon Levitt.
Se entiende por qué nunca escribió una novela: es un escritor implosivo, que prefiere borrar antes que agregar adjetivos, que es obsesivo como buen virginiano hasta con el detalle más tonto. Te amo, Borges. No cambies nunca. For ever friends. A veces, borracho, vuelvo a ver tus entrevistas en Youtube, pronuncio tu nombre, te escribo poemas secretos de amor, y largas y sentidas reviews en este portal. Sos el más Grande por siempre, chau.