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Perfecto el libro y perfecto el cuento.
Éste cuento se puede leer como una anti-Divina Comedia, o digamos una Prágmática Tragedia.
El protagonista es acompañado por un poeta (ahora un mal poeta) a descender al inframundo (la escalera y la bodega de una simple casa) donde presenciará la revelación de su amada (el ideal de Beatriz, que se llama igual en Dante, ahora es desidealizado: la muestra no virtuosa, se le insinúa pecadora y "Borges" ve el cáncer en su pecho y luego su cadáver), además la revelación de todo lo que existe (ve todo pero no está el Creador, no lo hay).
En la original, el protagonista ya ascendido va a contemplar a Dios. Dante -ante la tamaña dificultad de describirlo- recurre a una solución que no diré (muy atrevida para la época). Borges, recurre a otra, que tampoco diré: cuando el individuo tiene la visión de la totalidad de experincias del universo (lo que para Borges es casi "Dios" -uno Spinoziano-) algo paradojal le será revelado.
Borges juega con la concatenación de sus cuentos. El Aleph no es uno solo (como objeto) aunque sólo exista uno a la vez (como el mutante Zahír, otro cuento de Borges). Lo anterior, a su vez, participa de la idea del eterno retorno con la que Borges ensayó en otros escritos. Es increíble como este escritor de inicio a fin, en sus más de 50 años escribiendo, siempre tuvo claro el norte de su obra como totalidad: los motivos que se repiten o desarrollan, las preguntas y respuestas (con décadas de diferencia entre una y otra).
En sus inicios Borges crea un cuento donde el minotauro del laberinto espera sin beligerancia al héroe (parte por el fin). Luego, casi cercano a su muerte, crea un poema donde se versa la hazaña heroíca de Teseo (el inicio conocido por todos), cerrando el gran círculo de su obra y del tiempo.
Éste cuento se puede leer como una anti-Divina Comedia, o digamos una Prágmática Tragedia.
El protagonista es acompañado por un poeta (ahora un mal poeta) a descender al inframundo (la escalera y la bodega de una simple casa) donde presenciará la revelación de su amada (el ideal de Beatriz, que se llama igual en Dante, ahora es desidealizado: la muestra no virtuosa, se le insinúa pecadora y "Borges" ve el cáncer en su pecho y luego su cadáver), además la revelación de todo lo que existe (ve todo pero no está el Creador, no lo hay).
En la original, el protagonista ya ascendido va a contemplar a Dios. Dante -ante la tamaña dificultad de describirlo- recurre a una solución que no diré (muy atrevida para la época). Borges, recurre a otra, que tampoco diré: cuando el individuo tiene la visión de la totalidad de experincias del universo (lo que para Borges es casi "Dios" -uno Spinoziano-) algo paradojal le será revelado.
Borges juega con la concatenación de sus cuentos. El Aleph no es uno solo (como objeto) aunque sólo exista uno a la vez (como el mutante Zahír, otro cuento de Borges). Lo anterior, a su vez, participa de la idea del eterno retorno con la que Borges ensayó en otros escritos. Es increíble como este escritor de inicio a fin, en sus más de 50 años escribiendo, siempre tuvo claro el norte de su obra como totalidad: los motivos que se repiten o desarrollan, las preguntas y respuestas (con décadas de diferencia entre una y otra).
En sus inicios Borges crea un cuento donde el minotauro del laberinto espera sin beligerancia al héroe (parte por el fin). Luego, casi cercano a su muerte, crea un poema donde se versa la hazaña heroíca de Teseo (el inicio conocido por todos), cerrando el gran círculo de su obra y del tiempo.