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Ella no pudo dominar su corazón cuando lo vio atravesar la sala con una determinación demasiado ostensible y la invitó a bailar la primera pieza: «La sangre me golpeaba tan fuerte por dentro del cuerpo que ya no supe si era de rabia o de susto», me dijo ella. Él se dio cuenta y le asestó un zarpazo brutal: «Ya no tiene que decirme que sí, porque su corazón me lo está diciendo».