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April 16,2025
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No es un libro “malo”, pero definitivamente no es lo mejor que leí de Piglia. Es difícil determinar qué es lo que no me gustó, porque formalmente carece de errores. Creo que la historia tiene altibajos y Piglia, extrañamente, no los equilibra. Básicamente, a las pocas páginas ya había decaído mi interés por lo que estaba pasando.*

Hay varias escenas que sobran y hay escenas que sí aportan a la ficcionalización de un caso delictivo. Por otra parte, el lenguaje vulgar no me molesta, pero en esta novela se acumula en situaciones que no tienen ninguna repercusión en la trama.

Me gustó el uso de las voces superpuestas, que van desgranando la psicología de los personajes (¿delincuentes o héroes trágicos?) y aportan puntos de vista que complejizan bastante la realidad que el autor (supongamos que el que escribe el epílogo es él) quiere mostrar.

Es una novela sencilla de leer, pero si alguien quiere empezar a conocer a Piglia, no recomendaría (desde mi humilde opinión) que elija primero este libro.

*En la relectura, me gustó un poco más, pero no le cambiaría la calificación.
April 16,2025
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What kind of society considers burning money more abominable than the fact that the money was gain and kept by leaving a trail of blood? This is at the core of this novel by Piglia which is a noir that for moments could look like something from Tarantino but which has a structural complexity Mr. Tarantino can only dream of.

Piglia is an immensely skilled author whose narrative skills are simply above all but a handful of contemporary writers and yet, this novel feels like so close and so far at the same time from what it could had been. Here we have the story of a bank robbery which ends up in a brutal siege when the perpetrators are cornered. It goes as Piglia's merit to get the narrative to a point when the question is not what will happen but when. This is indeed the story of such siege, but more importantly, a portrait of an era as lived by some of its most brutal but also marginal members. This has a little drawback: the language is quite peculiar to its time and place and it takes some time to get used to it, at least for someone who is not from Argentina. By the half of the book that should stop being a problem for most readers and certainly won't matter for a reread, I am rather curious how much of this slang survived in the English translation.

Flashbacks, the trademark cinematographical narrative technique, are used here frequently with a mixed effect. One gets to know more of the story, and suddenly the blood thirsty beasts carrying the money get an additional dimension to their lives, and yet, it feels like we have two novels which run at different times. They are masterfully intertwined, but the narative jerks as a result of sudden acceleration/deceleration of the narrative pace. At times it actually feels like we have two different novels in a troubled cohabitation here.

And that leads us to its humble 3 stars rating. Which results from the novel almost always releasing its narrative tension almost as soon as it is created. To what extent this happens or how much it detracts from the book is arguable but I feel that I can only rank this novel in the light of the novel it could had been if some nuts and bolts had been tightened in a slightly different way.

April 16,2025
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El relato es un poco una narración de los años setenta u ochenta. En modo reflejo escrito por el abuso de lectura del genero policial: Ricardo Piglia empezó a leer estos libros como desviación de su propio trabajo y después de un período tenía ya una serie propia. Es claro que el modelo policial fue su género literario favorito.

Con esta obra el escritor ofrece a los lectores una historia provocativa. Realizada a partir de un atraco a un banco en Buenos Aires, tierra natal del escritor: una historia que tiene una mezcla de crimen negro, comentario y sus sangrientas consecuencias.
El cuento se basa en lo que pasó en 1965 y es una historia que realmente sucedió. En sí mismo habría sido un cuento simple, pero la profundidad literaria crítica de Ricardo Piglia la convirtió en una narrativa compleja. El autor con mucha habilidad atribuyó a los personajes caracteres de desequilibrio mental: además de delincuentes, a los protagonistas atribuyó un estilo de vida que los hará pasar por momentos de sexo y drogas.

Estos dos hombres después de robar millones de dólares del banco se dan a la fuga. Su destino será dirigirse a Montevideo, en Uruguay. Es allí donde tendrán que esperar el regreso del líder.
Bajo algunos aspectos la historia juega también sobre la psicología de los personajes: aunque si tienen el deseo común de empezar una nueva vida que sea lejas de sus pasado, los dos hermanos caen en un delirio de recuerdos debido a sus viejo pasado hecho de cocaína, whisky y sexo.
April 16,2025
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Un millón de dólares en el bolsillo. La policía pisándote los talones. ¿Qué harías?

Porque, en Plata quemada, de Ricardo Piglia, esa es la pregunta que define a sus protagonistas, y de la que no se puede escapar. El destino de estos hombres está marcado, pero no por el dinero ni la fuga, sino por lo que está en juego: la vida misma, que se convierte en una ficha de ajedrez en una partida fatal donde nadie sale ileso. Esto no es solo un atraco. Es violencia cruda, obsesiones febriles y una lealtad llevada al extremo. No hay héroes aquí, solo fugitivos acorralados, pistoleros al borde del colapso y un destino escrito a ráfagas de metralleta.

La historia nos transporta al Buenos Aires de 1965. Una banda de delincuentes asalta un camión de transporte de dinero para las nóminas de la municipalidad y emprende una huida desesperada que los llevará al otro lado del Río de la Plata, a Montevideo. Pero este no es un simple asalto: la mitad del dinero estaba destinada a policías y políticos corruptos que ahora los quieren muertos, lo que convierte a estos delincuentes en piezas desechables de un juego que no comprenden del todo. Aquí no se habla de víctimas o héroes, sino de hombres atrapados en su propio infierno

Y es que, aunque no conozcas la verdadera historia, enseguida intuyes que aquello no puede acabar bien. Lo que empieza como un golpe maestro se convierte en un descenso brutal hacia la locura y la paranoia, con la policía —o mejor dicho, una parte de ella— cerrando el cerco no para hacer justicia, sino para borrar pruebas. La novela reconstruye con precisión el camino sin retorno de estos hombres mientras se atrincheran en un apartamento en Montevideo, rodeados, armados hasta los dientes y consumidos por su propia desesperación.

Piglia no escribe un thriller tradicional, y mucho menos una novela policial convencional. Si hay una comparación inevitable es con A sangre fría de Capote. Ambas novelas reconstruyen un crimen real con un nivel de detalle casi obsesivo, ambas mezclan el periodismo con la ficción y ambas avanzan con el peso de un destino escrito a fuego desde la primera página. Pero mientras Capote nos obliga a mirar a sus asesinos con cierta empatía —especialmente a Perry Smith, con su infancia destrozada y su vulnerabilidad a flor de piel—, Piglia no nos da tregua. Sus delincuentes son puro fuego: violentos, paranoicos, atrapados en su propio delirio. No hay compasión aquí, solo una lealtad feroz y un código que se escribe con pólvora. Capote te invita a entender a sus criminales; Piglia te deja en medio del tiroteo sin tiempo para pestañear.

Y en esa diferencia radica toda la brutalidad de Plata quemada: una narración que huele a pólvora y adrenalina, con el pulso de un thriller tarantinesco, pero sin espacio para el artificio. Su desarrollo es frío y obsesivo, como una crónica periodística escrita por alguien que conoce demasiado bien la mente criminal. La violencia puede parecer gratuita, pero forma parte del código de estos hombres, un lenguaje que se habla con balas y silencios. Plata quemada no es solo un relato sobre un atraco, es una inmersión despiadada en la marginalidad, la locura y la fidelidad absoluta entre aquellos que saben que no tienen redención posible.

Uno de los mayores aciertos de la novela es, a mi juicio, su estructura narrativa: Piglia alterna entre una voz omnisciente en tercera persona, que nos mete de lleno en los diálogos y pensamientos de los atracadores, y la voz de un periodista, también en tercera persona, que sigue el caso para el diario El Mundo. ”El chico era un pibe de pelo crespo, con la credencial del diario donde se leía Emilio Renzi o Rienzi bien visible en la solapa de la chaqueta de Corderoy”. ¡Qué casualidad! El cronista de El Mundo es nada menos que el alter ego del propio Piglia en tantos otros libros.

Y es precisamente esta combinación la que le da a la novela una textura híbrida entre la ficción y el reportaje, creando la ilusión de que estamos leyendo una reconstrucción documental de los hechos, como si leyéramos en el periódico la crónica a pie de calle de su reportero. En algunos momentos, ambas voces se mezclan, y el efecto es brutal: la narración omnisciente se filtra en la crónica periodística, sugiriendo que la verdad no está en los hechos sino en la forma en que se cuentan. Y, además, Renzi —o Piglia en el papel de Renzi en su labor de periodista— es quien hace las preguntas incómodas a la policía
”Había que matarlos para que no hablaran. ¿De qué? ¿Hubo negociaciones? ¿Es cierto, comisario —anotaba el cronista de El Mundo las preguntas en su libretita— que algunos policías, se dice, habrían arreglado en San Fernando la fuga de los malhechores a cambio de una parte del botín? (…) El chico de El Mundo anotó lo que había empezado a declarar Silva: —Son enfermos mentales. —Matar enfermos mentales no está bien visto por el periodismo —ironizó el cronista—. Hay que llevarlos al manicomio, no ejecutarlos… Silva miró a Renzi con expresión cansada; otra vez ese pendejo irrespetuoso, de anteojitos y pelo enrulado, con cara de ganso, ajeno al ambiente real y al peligro de la situación, que parecía un paracaidista, el abogado de oficio o el hermano más chico de un convicto que se queja por el trato que los criminales sufren en las comisarías. —¿Y matar sanos sí está bien visto? —contestó Silva con la voz desganada del que tiene que explicar lo que para cualquiera es evidente.”
Pero si algo hace que la novela suene real, es su lenguaje. Piglia no embellece ni estiliza los diálogos: los atracadores, los soplones, los policías corruptos, todos hablan en la jerga del mundo del hampa. Es un lenguaje crudo, plagado de códigos, insultos y giros propios de los bajos fondos. No es solo una cuestión de estilo, sino de identidad: estos personajes no podrían hablar de otra manera sin perder credibilidad. Sus palabras reflejan su forma de pensar, sus lealtades y su manera de ver el mundo. Y ahí es donde Piglia brilla, porque no traduce ni adapta para el lector; nos mete de lleno en ese universo y nos obliga a entenderlo en sus propios términos.

El estilo de Piglia en Plata quemada es brutal, seco, sin barroquismos. No hay espacio para sentimentalismos ni para girar en círculos: cada línea te golpea como un puñetazo. La violencia no está solo en los hechos, sino también en el lenguaje: cada palabra es como un disparo en la cara. Y esa crudeza, esa forma despiadada de hablar, es lo que le da credibilidad a todo lo que pasa. No estamos en un mundo idealizado, no estamos en una novela donde todo se explica y se justifica: aquí, las amenazas, los insultos y las órdenes son tan afiladas como las balas. No hay poesía en estas voces, solo pura supervivencia. No lees la historia: la hueles, la oyes, la sientes en la piel como el olor a pólvora después de un disparo.

Pero más allá de la violencia física, hay otra que se va filtrando poco a poco: la locura. No la locura teatralizada ni la de manual psiquiátrico, sino la que crece en espacios cerrados, en mentes paranoicas, en la certeza de que el mundo está podrido y el único camino es la destrucción. Piglia nos mete en la cabeza de estos tipos hasta que sentimos el aire viciado, el sudor frío, la desesperación que los lleva a cruzar todas las líneas. Y lo más inquietante es que consigue que llegamos a entender cómo piensan, que leamos lo que subyace en sus mentes.

Ahora, hablemos de estos tipos, de esos criminales tan crudos como la ciudad que pisan. Plata quemada no es solo una historia de delincuentes, es la historia de una masculinidad rota, esa que se mide en violencia, en coraje mal entendido, y en la idea de que morir matando es la única manera de ser valiente. Dorda y Brignone, el Gaucho y el Nene, no son héroes, pero Piglia, con su mirada fría y certera, consigue que entendamos la tragedia detrás de sus ojos. Y ahí está la clave: Plata quemada no es un relato donde el mal se enfrenta al bien. No, aquí el caos y el orden chocan en un baile macabro donde no hay salvación. Ambos lados están perdidos, en su propia oscuridad, y Piglia lo muestra sin ningún juicio, sin pretender salvar a nadie.

Entre tanto fuego cruzado, hay algo que brilla más que las balas: la relación entre El Nene y El Gaucho. No es un detalle menor ni una insinuación velada, es una historia de amor sin sentimentalismos, tejida con lealtad, deseo y violencia. En el código de estos tipos, querer a alguien es estar dispuesto a matarse con él. Y ellos lo están. No hay concesiones románticas, no hay discursos, solo el vínculo brutal e inquebrantable de dos hombres que saben que no tienen un lugar en el mundo más allá del otro. En un universo donde la traición es la norma, ellos eligen ser fieles hasta la muerte. Y vaya si lo cumplen.

Y el final... ese final. En un tiroteo que se convierte en la lucha por la vida y la muerte, Piglia nos enfrenta a la brutal realidad de sus personajes. Dorda, ese criminal cuyo último aliento lo muestra vulnerable, se aleja de la imagen del monstruo, pero no te engañes: no es compasión lo que sientes. Es una sacudida brutal, el recordatorio de que incluso los más duros, los más perdidos, tienen algo humano. Piglia no busca conmoverte ni tu empatía. Lo que te da es una verdad incómoda: en este mundo, nadie tiene redención.

Porque lo más aterrador de Plata quemada no es la sangre ni la pólvora, sino la certeza de que no hay escapatoria. Es una novela donde el destino está escrito desde la primera página, donde cada decisión es un paso más hacia el abismo. Piglia no da tregua: su narración es tensa, asfixiante y sin concesiones. Para cuando llegas al final, no hay alivio. Solo fuego, solo humo, solo cenizas. Quemar el dinero no es solo un acto de locura o de furia: es el último grito de quien ya no espera nada. No hay botín, no hay recompensa, no hay escapatoria. Plata quemada no es solo un título: es el destino inevitable de todos los que se atrevieron a jugar esta partida. Y cuando cierras el libro, el olor a billetes chamuscados sigue en el aire

¿Es Plata quemada una historia real? La contraportada, y el propio Piglia en el epílogo, dicen que sí, pero si eres de los que se preguntan hasta qué punto la realidad se mezcla con la ficción, prepárate para un juego de espejos. En este caso, Ricardo Piglia nos da el mapa y, justo cuando creemos que estamos por llegar al final del laberinto, nos invita a salir por una puerta secreta. El caso policial de 1965, que la novela asegura ser real, es en realidad una mezcla de hechos auténticos y pura invención, porque claro, ¿quién no ama una buena historia que juega con nuestras expectativas? Lo que importa, al final, es la ‘verdad’ literaria que el libro nos ofrece, no los datos fríos. Y si no te convence, tranquilo: la novela está construida para que te olvides de lo real y te adentres en un territorio mucho más tentador: el de la ficción hecha arte.

Y, si tienes alguna duda sobre la veracidad de los hechos narrados, el propio Piglia te la despeja en el epílogo cuando dice que: ”Fueron de especial utilidad las crónicas y las notas de quien firmaba E. R., que cubrió el asalto y fue el enviado especial del diario argentino El Mundo al lugar de los hechos. He reproducido libremente esos materiales, sin los cuales hubiera sido imposible reconstruir con fidelidad los hechos narrados en este libro.” E.R., Emilio Renzi. Y sí, Emilio Renzi está ahí, como el alter ego del propio Piglia, y, aunque no es el protagonista, su presencia se siente como una especie de fantasma narrativo, recordándonos que, al final, todo esto es también una reflexión sobre cómo narramos la vida, cómo la interpretamos. El hecho de que Renzi esté ahí no solo es un guiño a los fans de Piglia, sino una manera de decirnos: esto es ficción, sí, pero también podría ser más real de lo que pensamos.

Y ahí lo tienes. Porque al final, ¿qué más da si todo ocurrió exactamente así? Plata quemada no es solo la historia de un crimen. Es una novela que se siente real hasta en su última línea, que te deja con el pulso acelerado y una sensación de asombro difícil de sacudir. Un viaje a la locura, la lealtad y la violencia donde, cuando todo termina, lo único que queda es el olor a pólvora y billetes ardiendo.

Así que dime, ¿qué harías con un millón de dólares y la policía pisándote los talones? Porque en esta historia, la única respuesta posible es prenderle fuego y ver cómo todo arde. Plata quemada.
April 16,2025
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nessuna indulgenza per nessuno, visto che, fra banditi, complici, Stato, poliziotti, il più pulito c'ha la rogna. il sangue, la cocaina e la disperazione scorrono a fiumi, non esistono confini tra il bene e il male, arrivi alla fine della lettura con le ossa rottissime ma ti senti un privilegiato per essere stato messo a parte di un altro capolavoro del grande piglia.
April 16,2025
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A good post-modern crime, based on a true story, novel, with much adrenaline, bloody scenes and interesting characters. I think James Ellroy or Quentin Tarantino will like this novel.
April 16,2025
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Tengo que reconocer que yo empecé este libro pensando que trataba sobre atracadores gays argentinos, ya que de dos de esos temas soy tremendamente fan (de los atracadores no). Y, bueno, a ver… argentinos y atracadores sí que son… lo de «lo gay» más bien sobrevuela la novela sin terminar de materializarse demasiado (creo que en la peli es diferente).

Una vez que el lector (yo, en este caso) supera la decepción de la falta de mari*oneo, se encuentra ante una novela absolutamente trepidante. El thriller no es, ni de lejos, mi género favorito.. pero cuando algo está bien escrito, está bien escrito. Lo más interesante de esta novela del año 2000 es, para mí, la parte estilística: se narra a trompicones como en la literatura beat; se usa una enorme variedad de voces y fuentes para construir una historia, como en un true crime; se cuenta un suceso real desde la literatura (como ya hizo Capote en «A sangre fría», pero como si lo hubiera tecleado Tarantino puesto hasta las cejas).

Y lo estilístico está muy bien pero, en mi opinión, en una novela, lo más importante es siempre lo narrativo. Y aquí ha habido cosas que no me han gustado nada. Primero en cuanto a la proporción de los hechos narrados: mientras que el atraco y la huida suceden tan rápido que es difícil entender qué está pasando, el asedio a los ladrones pertrechados en un edificio se hace infinita y está detallada tiro a tiro. Pero, en mi opinión, lo peor es que he acabado la novela sin terminar de saber quién era quién: los cambios de apodos; la mezcla de recuerdos, realidad, fantasía, crónica, mentiras…; lo confuso de las conversaciones… han hecho que apenas pueda distinguir a los personajes. Por lo que, por mucho que le vea muchas cosas espléndidas a esta novela, este defecto me parece insalvable.
April 16,2025
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Más que una novela de delincuentes, es una novela de perdedores; de niños que se han pasado la vida de casa en casa; niños perdidos y abandonados; y que encontraron en la violencia (la delincuencia vino después) una salida a su aburrimiento. Aún siendo una novela cruda, entre disparo y disparo, Piglia encuentra momentos de amor y ternura y cierta dosis de reflexión existencialista.
Hay también implícita una crítica a la corrupción entre la policía y altos cargos de la administración argentina.
Piglia escribe de manera sencilla, sin florituras. A veces, el relato se vuelve periodístico y va y viene cambiando de estilo. Pero no es nada malo una vez que te acostumbras.
Una lectura agradable.

More than a novel of criminals, it's a novel of losers; of children who have spent their lives from house to house; lost and abandoned children; and they found in violence (delinquency came later) a way out of their boredom. Even a crude novel, between shooting and shooting, Piglia finds moments of love and tenderness and a certain amount of existentialist reflection.
There is also implicit criticism of corruption between the police and senior officials of the Argentine administration.
Piglia writes simply, without flourishes. Sometimes the story becomes journalistic and goes back and forth changing style. But it's not bad once you get used to it.
A nice read.
April 16,2025
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An Elmore Leonard-style fast-paced crime thriller, a meditation on 1965 society gone violent and grotesque, Money to Burn makes for a gripping, spellbinding, engrossing read – once I opened the book, I simply couldn’t put it down; I even continued reading while taking my afternoon walk, keeping to paths so as not to be hit by a car, and eyes still riveted to the page, kept on reading deep into the night.

Based on actual events, Argentine author Ricardo Piglia’s novel begins with an action-packed, multimillion dollar bank robbery and bloody getaway in Buenos Aires and ends in the legionary battle in Montevideo between the cocaine-fueled bandits and three hundred Uruguayan police. I had the feeling I was right there with the desperados, living through their blood-splattered, death dealing mayhem.

The life of each bandit is laid bare: drug-happy, trigger-happy Twisty Bazan, sex obsessed Crow Mereles, bossman Mad Malito with his phenomenal intelligence, a man who knew absolutely everything about motors, circuits, planning, scheming, controlling, a man who could assemble a bomb in minutes to send an entire police station up in smoke, and, lastly, two bandits so bonded together they consider themselves twins: little Kid Brignone and Blond Gaucho Dorda.

Skinny, pale, agile Brignone turned his back on his well-to-do family to embrace a life of violence and crime with all his heart; big, corpulent, slow moving Dorda is a psychotic killer and, according to his mother who saw him in action as a child, thoroughly evil; he hears women’s voices in his head and can go for weeks without speaking a word, and, oh yes, Dorda is obsessed with drugs. In addition to having occasional sex together, one of the many things Kid and Blonde Goucho share: they would both like nothing more than to see the entire Buenos Aires police force lined up against a firing squad.

Did I mention cocaine back there? The bank robbers imbibe the white powder before and during their bank hoist, machine gunning down with glee bank tellers, guards, police and pedestrians. And they didn’t take a break from cutting lines all through their getaway in a nifty, souped-up Chevrolet. Well, once they reached their first hideout, occasionally the boys did switch to drinking whiskey and popping speed and happy pills, but only very occasionally. Witnesses later remarked how young they all were.

Rumors float the police had their dirty blue hand in the robbery so as to get a cut of all those millions. And what part did politics play in the hoist? When occupying their last hideout, the apartment on the ninth floor in Montevideo, they're surrounded and the chief of police tells the robbers via a loudspeaker to hand themselves over. The Kid calls down, taunting, claiming they are Peronist activists, exiles fighting for the General’s return and have information they can use against Police Commissioner Silva. As perhaps expected, the Buenos Aires Commissioner himself is on the scene in Montevideo to make his presence felt. In the rich tradition of Latin American literature, Money to Burn is a very political novel.

No doubt the strong arm of politics manifests in Police Commissioner Silva. Among Silva’s first moves following the robbery - round up sixteen-year-old Blanca Galeano, girlfriend of Crow Mereles, and beat her face to a bloody pulp in an attempt to extract information. A big burly man in his fifties, representing the state, torturing and defacing a sixteen-year-old girl. To repeat, part of the author’s running commentary on a society gone violent and grotesque.

One of the more intriguing aspects is how Mr. Piglia's story is encased in documents of one variety or another, that is, events are detailed and conversations relayed with the aside “as reported in the newspaper” or some such reference to other media coverage or official papers. In the short Epilogue, the fictional author (maybe Ricardo Piglia?) goes on to tell us he has utilized original sources in his account of what the characters say and do and documents have been employed to confirm the facts as they appear throughout the book. My own sense is the “facts” add to the vast imaginative landscape in each creatively constructed chapter.

Another telling example of the media’s influence: the trapped banditos watch on television as police take up various tactical positions, in the building opposite, up on the roof, down below on the street. Recall members of the Palestinian terrorist group at the 1972 Olympics admitted doing exactly the same thing: watching on television as soldiers with high power rifles climbed on the roof in order to catch them by surprise.

The siege by three hundred police equipped with tear gas, bombs and military-style rifles takes on epic proportions – much more than simple cops and robbers, spectators at the scene and millions of viewers glued to their television screens are witnessing a historic event on the level of a decisive military operation. And, as if on cue, the three robbers (yes, only three in that apartment!) mount an effective counter-attack inflicting multiple casualties.

Some months after the siege, the narrator relates his conversation on a train to Bolivia with Blanca Galeano who served six months in jail for her association with the gang and was now fleeing from the authorities. She recounts the astonishing tale and the narrator takes it in: “I listened to her as if brought face to face with the Argentine version of a Greek tragedy. The heroes were determined to confront and resist the insurmountable, and chose death as their destiny.”


One of the giants of Latin American literature, Argentina's Ricardo Piglia (1941- 2017)

"That's how they spoke, filthier, more crude and brutal in their speech than even the cops, for all their experience in inventing insults intended to humiliate prisoners to the point where they became useless floppy puppets. Tough guys, from out of the toughest jails, broken on the electric grill, surrendering at last, after being forced to listen to Commissioner Silva insulting and applying the torture machine to them for hours on end, to get them to spill the beans." - Ricardo Piglia, Money to Burn
April 16,2025
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This was decent. I think I missed a lot by not reading in the original Spanish. I also probably should not have watched the fantastic movie first. If you are a Spanish speaker, I would grab the original. If not, the movie is sexy and very, very good. Last time I checked it was on Netflix.

April 16,2025
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En el interesante epílogo, Piglia nos dice que su narración es un tragedia griega. Y sin dudas lo es. Los “héroes” enfrentan acá lo imposible, y resisten hasta brindar sus muertes al destino.

Plata quemada cuenta los hechos acaecidos en Buenos Aires en 1965 cuando una banda de ladrones atraca un vehículo cargado de dinero. Ese puntapié inicial terminal en Montevideo con el final ya conocido.

El autor relata lo histórico, con ciertas licencias para salirse de la crónica y donde no tiene elementos, los novela. La pluma fluye y se lee con agrado. Los personajes están muy bien desarrollados.

Me falta pasar por la puerta del edificio Liberaij, y mirar con los ojos bien abiertos para conectarme con el pasado y ver si se percibe algo del caos ocurrido.
April 16,2025
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Ricardo Piglia è stato un autore argentino noto e apprezzato, perché la letteratura sudamericana è un universo variegatissimo che non si riduce al realismo magico di Marquez.
Il suo romanzo più famoso è Respirazione artificiale che leggerò, invece Soldi bruciati rientra nel genere hard boiled, racconta un fatto di cronaca nera avvenuto realmente in Argentina negli anni 60: una rapina ad un furgone portavalori da parte di una banda di malavitosi, anche piuttosto efferati.
La bravura di uno scrittore risiede anche nel fatto di cercare di travalicare il limite di una letteratura di genere, in Soldi bruciati viene sottolineato il rapporto psicologico e in un certo senso simbiotico tra criminali, e tra criminali e polizia.
E anche di fronte a delinquenti efferati che non si fanno alcuno scrupolo a uccidere anche quando non strettamente necessario, il lettore finisce per allinearsi... dalla parte sbagliata in un processo di immedesimazione narrativa che fa emergere l'umanità anche e nonostante il crimine, un po' ma in termini molto più prosaici, come estrarre les fleurs du mal.
Proiettili, sangue, polizia, carcere, droga, sesso soprattutto gay, un ritmo serrato, asciutto, cinematografico, finale quasi commovente.
Uscire dai propri canoni letterari ed esistenziali riserva spesso belle sorprese..
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