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Un libro bastante extraño, pero interesante. Junior, periodista de una Buenos Aires distópica en plena dictadura, investiga sobre una máquina de narrar creada por Macedonio Fernández para hacer pervivir la memoria de su difunta esposa Elena. La máquina aprende a narrar por sí misma y genera relatos que revelan verdades y se van difundiendo de modo apócrifo. Es por esto que las autoridades del gobierno quieren desactivarla.
Una novela sobre narración, lingüística, historia argentina, repleta de referencias literarias: a Bioy Casares y La Invención de Morel, a Borges, Tlön y el Aleph, al Finnegans Wake de Joyce, a Leopoldo Lugones, y al mismo Macedonio y su Museo de la Novela de la Eterna.
Disfruté especialmente el capítulo donde se describe una isla, un paraíso lingüístico en el cual todos los idiomas conviven sucesivamente y se van mutando como etapas de un único lenguaje. Una lengua puede durar un día o dos años y luego sufrir modificaciones o desaparecer. Por eso los científicos tratan de hacer diccionarios de mutaciones de palabras futuras más que de referencias pasadas. Y allí la Biblia es el Finnegans Wake.
Una novela sobre narración, lingüística, historia argentina, repleta de referencias literarias: a Bioy Casares y La Invención de Morel, a Borges, Tlön y el Aleph, al Finnegans Wake de Joyce, a Leopoldo Lugones, y al mismo Macedonio y su Museo de la Novela de la Eterna.
Disfruté especialmente el capítulo donde se describe una isla, un paraíso lingüístico en el cual todos los idiomas conviven sucesivamente y se van mutando como etapas de un único lenguaje. Una lengua puede durar un día o dos años y luego sufrir modificaciones o desaparecer. Por eso los científicos tratan de hacer diccionarios de mutaciones de palabras futuras más que de referencias pasadas. Y allí la Biblia es el Finnegans Wake.