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Este magno poema concebido por Dante es no sólo el texto más importante de la literatura italiana sino uno de los más emblemáticos a nivel universal. Habiéndolo concluido me es fácil comprender porqué. Dividido en tres grandes partes: infierno, purgatorio y paraíso, cada uno integrado por 33 cantos más uno adicional que funciona como introducción, este poema es un despliegue de belleza y estilo, de compromiso con el equilibro y una inimitable proeza de espíritu creativo.
La divina comedia nos sumerge en los círculos más hondos y retorcidos del infierno y nos propone, junto a Dante, su protagonista, y los aliados que este halla en el viaje, un ascenso fascinante, retorcido y lírico hacia lo más alto del paraíso. Ayudado en primera instancia por Virgilio y en las secciones más divinas por Beatriz, Dante recorre los destinos que aguardan a las almas mortales una vez concluido su paso por la tierra y el lugar que les corresponde de acuerdo a las vidas adoptadas y los pecados cometidos. El infierno es, con diferencia, el punto más corrupto, oscuro y formidablemente creativo de la comedia.
Algo que me fascinó profundamente, además del estilo lírico y cuán amena me resultó la lectura, es la constante sucesión de grandes nombres que Dante despliega, desde importantes figuras políticas, pasando por grandes pensadores y enfrentándose a extraordinarios artistas, su viaje por los distintos estratos del infierno, purgatorio y paraíso no está plagado de espíritus anónimos sino que se topa una y otra vez con seres reales, famosos por su corrupción moral, su genio o su sacrificio. Este hecho enriquece en términos incalculables una lectura de por sí extraordinaria.
Me rehúso a profundizar más porque no quiero condicionar al lector con excesiva información, además, difícilmente mis palabras podrían genuinamente capturar la grandeza de lo conquistado por el autor.
La divina comedia nos sumerge en los círculos más hondos y retorcidos del infierno y nos propone, junto a Dante, su protagonista, y los aliados que este halla en el viaje, un ascenso fascinante, retorcido y lírico hacia lo más alto del paraíso. Ayudado en primera instancia por Virgilio y en las secciones más divinas por Beatriz, Dante recorre los destinos que aguardan a las almas mortales una vez concluido su paso por la tierra y el lugar que les corresponde de acuerdo a las vidas adoptadas y los pecados cometidos. El infierno es, con diferencia, el punto más corrupto, oscuro y formidablemente creativo de la comedia.
Algo que me fascinó profundamente, además del estilo lírico y cuán amena me resultó la lectura, es la constante sucesión de grandes nombres que Dante despliega, desde importantes figuras políticas, pasando por grandes pensadores y enfrentándose a extraordinarios artistas, su viaje por los distintos estratos del infierno, purgatorio y paraíso no está plagado de espíritus anónimos sino que se topa una y otra vez con seres reales, famosos por su corrupción moral, su genio o su sacrificio. Este hecho enriquece en términos incalculables una lectura de por sí extraordinaria.
Me rehúso a profundizar más porque no quiero condicionar al lector con excesiva información, además, difícilmente mis palabras podrían genuinamente capturar la grandeza de lo conquistado por el autor.