...
Show More
n Mientras siga viendo tu cara en la cara de la luna
Mientras siga escuchando tu voz
Entre las olas entre la espuma
Mientras tenga que cambiar la radio de estación
Porque cada canción me hable de ti, de ti, de tin
Nunca me había entrado el gusanillo de leer algún libro de Isabel Allende pero cuando vi este libro lo primero que vino a mi mente fue la canción Caraluna y me dije "bueno, vamos a leerlo". Que suerte la mía con esta asociación porque este libro entra de una, entre mis libros favoritos.
En alguna parte leí que este libro había sido escrito sobre Chile, pero cuando yo estaba leyendo la historia gritaba por todas partes VENEZUELA. Y a ver, yo soy de las pocas personas que tiene una relación toxica amor/odio con su país, no me gusta "mi patria" y si bien, algunas cosas considero destacable de Venezuela, en su mayoría la aborrezco y no puedo esperar a salir de aquí. Tal vez tanga que ver el haber crecido en el régimen chavista, tal vez sea mi educación y mis experiencias, tal vez sea lo que me vende la televisión y los medios, pero lo cierto es que amor por este país, no tengo (o al menos no hay mucho), así que, que grata sorpresa me llevé cuando disfruté de este libro de una manera tan genuina. No me importaba que fuese Venezuela, de hecho, cada vez que se hacía alusión puntualmente a algo referente al país, su cultura, su comida, su gente, su dialecto, me emocionaba y me reía muchísimo, lo disfrutaba.
Los personajes me encantaron y creo que la autora supo sacarle el jugo a cada una de ellos. La narración estuvo maravillosa, súper fácil de leer y muy amena con el toque justo de picardía. En términos generales la historia del país estuvo muy precisa y bien plasmada, aunque con algunos cambios que asumo la autora hizo para fines del libro como por ejemplo la razón por la que se creó la Colonia entre otros. Realmente creo que la autora supo plasmar el gran conflicto político y social que se vivía dentro de la dictadura de Pérez Jiménez y todos esos años transcurridos, me hizo pensar que si me ponen a escoger entre la dictadura perezjimenista y la chavista, me quedo con la primera.
Ahora, solo colocaré las frases que fui resaltando a lo largo del libro que me gustaron y me hicieron pensar y/o reír.
n —Sí pero ¿quién manda más en el cielo, Dios o su mamá?n
n Creía en los santos católicos, en otros de origen africano y en varios más de su invención.n
Me encantó el cinismo con que plasmo la religión y las creencias de la población en general, creencias que por cierto, aún se mantienen en muchos pueblos.
n Era un antisocialista decidido. Calculó que si se repartieran las riquezas del mundo, a cada habitante del planeta le correspondería menos de treinta y cinco centavosn
Llámenme lo que les dé la gana, pero este doctor chiflado con sus creencias antisocialistas me encantó.
n la realidad no es sólo como se percibe en la superficie, también tiene una dimensión mágica y, si a uno se le antoja, es legítimo exagerarla y ponerle color para que el tránsito por esta vida no resulte tan aburrido.n
Me encantó.
n Con varios días de anticipación preparaban un guiso criollo que fue inventado por los esclavos de antaño. En la época de la Colonia las familias pudientes se reunían el de diciembre alrededor de una gran mesa. Las sobras del banquete de los amos iban a las escudillas de los sirvientes, quienes picaban todo, lo envolvían con masa de maíz y hojas de plátano y lo hervían en grandes calderos, con tan delicioso resultado, que la receta perduró a través de los siglos y aún se repite todos los años, a pesar de que ya nadie dispone de los restos de la cena de los ricos y hay que cocinar cada ingrediente por separado, en una faena agotadora.n
Dudo que en Chile existan las hallacas (o al menos no antes de la llegada en masa de Venezolanos), por si se necesitaban pruebas de que este libro es de principio a fin sobre Venezuela.
n —La muerte no existe, hija. La gente sólo se muere cuando la olvidan —me explicó mi madre poco antes de partir—. Si puedes recordarme, siempre estaré contigo.n
Esto es lo que he aprendido desde hace un tiempo y lo que transmitiré a mis generaciones futuras.
n aunque todavía no logro imaginarme a mí misma dentro de un cuerpo masculino, con pelos en la cara, con la tentación de mandar y con algo incontrolable bajo el ombligo, que, para ser bien franca, no sabría muy bien donde colocar.n
Lo crean o no, en muchísimos pueblos del país, aun las mujeres tienen esta definición muy básica de los hombres.
n quien descuida a un ahijado no tiene perdón, es peor que abandonar a un hijon
Otra vez, una creencia muy común. Aunque más en la teoría que en la práctica.
n me friccionaba las piernas con Emulsión de Scott un tónico baratísimo pero de gran prestigio, fabricado con aceite de hígado de bacalao, que según la propaganda era comparable a la piedra filosofal de la medicación reconstituyente.n
Esto me hizo reír muchísimo porque hasta hace unos años la Emulsión de Scott seguía siendo religión entre los padres, para todo pero especialmente para “crecer mucho.”
n Allí construyeron una réplica de sus aldeas de origen, con casas de vigas de madera, avisos con letras góticas, flores en macetas adornando las ventanas y una pequeña iglesia donde colgaba la campana de bronce traída con ellos en el barco.n
La colonia Tovar, señores. De lo más bonito que tiene el país.
n Su esposa cultivaba fresas y flores y tenía un gallinero del cual obtenía huevos para toda la aldea. Vivian de la crianza de perros, la venta de relojes y la atención de turistas.n
Y muchos años más tarde, este sigue siendo la principal fuente de ingresos de los colonieros.
n el día que este país caiga en manos del comunismo yo te mato para que no sufras, Evita, y después me vuelo la cabeza de un tiro, decía.n
Ay señora, menos mal no vivió esta época. Su peor temor hecho realidad.
n —Me quedo a prueba un mes y si no me gusta me escapo.
—De acuerdo.n
Y así inicio una relación poco usual. Me causó mucha gracia.
n Viva el pueblo, muera el imperialismon
No se imaginan cuanto deteste esta parte, quería meterme en el libro, coger un rifle y volarle la cabeza a todos esos idiotas (ok, no lo haría, pero los insulte mucho).
n Entonces dejé de examinarme en el espejo para compararme con las mujeres perfectas del cine y las revistas y decidí que era bella por la simple razón de que tenía ganas de serlo.n
n tal vez Zulema, Riad Halabí y los demás tenían una impresión diferente de las cosas, tal vez no veían los mismos colores ni escuchaban los mismos sonidos que yo. Si así fuera, cada uno vivía en soledad absoluta. Ese pensamiento me aterraba.n
En groso modo, una de las crisis existenciales de la humanidad.