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En primer lugar, aclarar que este libro, escrito en 1913, no tiene nada que ver con la guerra. De hecho el título original era 'La historia más triste', pero en el momento de su publicación, ya en los años de la primera guerra mundial, el editor le cambió el nombre para hacerlo más atractivo para los lectores del momento.
La historia trata de dos matrimonios, uno americano y otro inglés, que se encuentran en el balneario alemán de Nauheim y desarrollan una amistad duradera, en un entorno de bienestar económico y ociosidad total, que sin embargo no los conduce a la felicidad, más bien a una tragedia con muchas víctimas colaterales. No hay un culpable claro, aunque el capitán inglés Edward Ashburham - el buen soldado del título - y su búsqueda incesante del amor pasional desencadenan muchos episodios que se acumulan y acaban perjudicando a todos los que le rodean.
El matrimonio entre Edward y Leonora es poco ejemplar; ella es consciente - y a menudo cómplice - de las continuas aventuras de su marido. También tiene que vigilar su hacienda ya que Edward se despreocupa de las cuestiones económicas y continuamente pone su patrimonio en peligro. Es una mujer fuerte, austera, católica por convicción, que considera que tiene que sobrellevar todos los infortunios que le depara su marido, pero que sigue enamorada de él y no pierde la esperanza de recuperarlo. Muy triste, tan triste que me pareció poco verosímil, hasta que recordé una lectura reciente, Un hombre con atributos, la estupenda biografía de H. G. Wells escrita por David Lodge, en la que se describe la relación que tenía con su esposa Jean, que era exactamente como la de estos personajes: ella se ocupaba de toda la organización de la casa, la economía, los hijos, e incluso transcribía sus obras. Él mientras tanto - aparte de escribir - viajaba continuamente y enlazaba un enamoramiento con otro, llegando a tener hijos y hogares paralelos. Todo - o casi - se lo contaba a su mujer y a menudo contaba con su aprobación y complicidad. Así eran las cosas.
El narrador es John Dowell, un rico americano, cuyo matrimonio con Florence no es tampoco ejemplar. Su voz va variando a medida que narra los hechos y pasa de hablar de su esposa al principio con devoción, a un tono cínico cuando más adelante relata el comienzo de su relación:
Florence deseaba casarse con un caballero desocupado; quería establecerse en Europa.Buscaba un marido con acento inglés y renta de cincuenta mil dólares al año generada por bienes inmuebles, pero sin ambiciones, no obstante, de aumentar su patrimonio.
Todos ellos tienen muy claro lo que quieren conseguir pero ninguno aprecia lo que tiene en realidad y eso los llevará a un fracaso trágico. Pendientes del relato de John Dowell, narrador poco fiable pero muy adictivo, vamos dando saltos en el tiempo, y aunque ya sepamos desde la primera línea que aquello no va a acabar bien, sentimos compasión por los protagonistas, cuyos actos y esfuerzos parece que sólo logran empeorar la situación.
En el fondo, esta triste - y complicada - historia es una reflexión sobre qué puede dar sentido a la existencia; al parecer el bienestar y la falta de preocupaciones materiales, lejos de satisfacernos, a veces puede desencadenar un vacío interior peligroso, una persecución de la felicidad que conduce a la tragedia:
Todos tenemos tanto miedo y estamos tan solos que necesitamos encontrar fuera de nosotros mismos la certeza de que nuestra existencia merece la pena. Así pues, durante un tiempo, si esa pasión llega a realizarse, el hombre habrá encontrado lo que busca.
Esta búsqueda está limitada por las convenciones sociales y religiosas de la época, que son el telón de fondo de toda la historia y que en gran parte condicionan el comportamiento de los personajes, que alcanza límites inaceptables pero siempre bajo una capa de hipocresía para salvar las apariencias.
Creo que es un clásico interesante y transgresor para su tiempo, con cierta experimentación formal y un buen retrato de costumbres de la época.
La historia trata de dos matrimonios, uno americano y otro inglés, que se encuentran en el balneario alemán de Nauheim y desarrollan una amistad duradera, en un entorno de bienestar económico y ociosidad total, que sin embargo no los conduce a la felicidad, más bien a una tragedia con muchas víctimas colaterales. No hay un culpable claro, aunque el capitán inglés Edward Ashburham - el buen soldado del título - y su búsqueda incesante del amor pasional desencadenan muchos episodios que se acumulan y acaban perjudicando a todos los que le rodean.
El matrimonio entre Edward y Leonora es poco ejemplar; ella es consciente - y a menudo cómplice - de las continuas aventuras de su marido. También tiene que vigilar su hacienda ya que Edward se despreocupa de las cuestiones económicas y continuamente pone su patrimonio en peligro. Es una mujer fuerte, austera, católica por convicción, que considera que tiene que sobrellevar todos los infortunios que le depara su marido, pero que sigue enamorada de él y no pierde la esperanza de recuperarlo. Muy triste, tan triste que me pareció poco verosímil, hasta que recordé una lectura reciente, Un hombre con atributos, la estupenda biografía de H. G. Wells escrita por David Lodge, en la que se describe la relación que tenía con su esposa Jean, que era exactamente como la de estos personajes: ella se ocupaba de toda la organización de la casa, la economía, los hijos, e incluso transcribía sus obras. Él mientras tanto - aparte de escribir - viajaba continuamente y enlazaba un enamoramiento con otro, llegando a tener hijos y hogares paralelos. Todo - o casi - se lo contaba a su mujer y a menudo contaba con su aprobación y complicidad. Así eran las cosas.
El narrador es John Dowell, un rico americano, cuyo matrimonio con Florence no es tampoco ejemplar. Su voz va variando a medida que narra los hechos y pasa de hablar de su esposa al principio con devoción, a un tono cínico cuando más adelante relata el comienzo de su relación:
Florence deseaba casarse con un caballero desocupado; quería establecerse en Europa.Buscaba un marido con acento inglés y renta de cincuenta mil dólares al año generada por bienes inmuebles, pero sin ambiciones, no obstante, de aumentar su patrimonio.
Todos ellos tienen muy claro lo que quieren conseguir pero ninguno aprecia lo que tiene en realidad y eso los llevará a un fracaso trágico. Pendientes del relato de John Dowell, narrador poco fiable pero muy adictivo, vamos dando saltos en el tiempo, y aunque ya sepamos desde la primera línea que aquello no va a acabar bien, sentimos compasión por los protagonistas, cuyos actos y esfuerzos parece que sólo logran empeorar la situación.
En el fondo, esta triste - y complicada - historia es una reflexión sobre qué puede dar sentido a la existencia; al parecer el bienestar y la falta de preocupaciones materiales, lejos de satisfacernos, a veces puede desencadenar un vacío interior peligroso, una persecución de la felicidad que conduce a la tragedia:
Todos tenemos tanto miedo y estamos tan solos que necesitamos encontrar fuera de nosotros mismos la certeza de que nuestra existencia merece la pena. Así pues, durante un tiempo, si esa pasión llega a realizarse, el hombre habrá encontrado lo que busca.
Esta búsqueda está limitada por las convenciones sociales y religiosas de la época, que son el telón de fondo de toda la historia y que en gran parte condicionan el comportamiento de los personajes, que alcanza límites inaceptables pero siempre bajo una capa de hipocresía para salvar las apariencias.
Creo que es un clásico interesante y transgresor para su tiempo, con cierta experimentación formal y un buen retrato de costumbres de la época.