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nota real: 4'5
Siempre he sido la estudiante que le emociona las lecturas obligatorias ya que las considero una recomendación, más que una obligación. Las leo con cariño y casi siempre me han dejado huella los libros que he tenido que leer a lo largo de mi vida estudiantil, por lo que me hice con una edición de segunda mano de “Ivanhoe” con entusiasmo al enterarme que tenía que leerlo para mi clase de teoría literaria comparada. Grande fue mi frustración al intentar leerlo -sin éxito- dos veces en menos de un mes, y seré sincera, me molesté con el libro. De ahí en adelante se convirtió en mi enemigo público numero uno y mi reto; Al momento de tomar la lectura en serio tenía un único propósito: detestarla. Más grande aún fue mi desconcierto al llegar a la página 150 amando a tres personajes y estando genuinamente intrigada por saber qué ocurriría con ellos y la trama de la novela; Así que se podría decir que desde el principio pasé por una montaña rusa de sentimientos.
Las primeras cien páginas fueron una detallada y profundamente descriptiva introducción para darle paso a un ritmo de trama mucho más dinámico. La clave de conectar con “Ivanhoe” es encariñarse con los personajes, ya que, al retratarse las mismas situaciones/escenas constantemente, es el recorrido de los héroes lo llamativo. Leer las hazañas de los protagonistas, sus dificultades y crecimiento es la razón por la que al estar en la recta final de la novela, me encontraba gritando por el destino e identidades de mis personajes favoritos. El vínculo con el lector es fundamental y puede que sea difícil teniendo en cuenta el denso inicio, pero de conseguirlo, plantearse darle un puntuación perfecta a “Ivanhoe” no me parece una completa locura.
Otra vez -en contra de mis deseos- la vida académica me ha demostrado que mis profesores no se equivocan al elegir las lecturas obligatorias -y qué alivio-. No hay palabras que describan lo épico que fue leer sobre Locksley, Rebeca o el Caballero Negro.
Siempre he sido la estudiante que le emociona las lecturas obligatorias ya que las considero una recomendación, más que una obligación. Las leo con cariño y casi siempre me han dejado huella los libros que he tenido que leer a lo largo de mi vida estudiantil, por lo que me hice con una edición de segunda mano de “Ivanhoe” con entusiasmo al enterarme que tenía que leerlo para mi clase de teoría literaria comparada. Grande fue mi frustración al intentar leerlo -sin éxito- dos veces en menos de un mes, y seré sincera, me molesté con el libro. De ahí en adelante se convirtió en mi enemigo público numero uno y mi reto; Al momento de tomar la lectura en serio tenía un único propósito: detestarla. Más grande aún fue mi desconcierto al llegar a la página 150 amando a tres personajes y estando genuinamente intrigada por saber qué ocurriría con ellos y la trama de la novela; Así que se podría decir que desde el principio pasé por una montaña rusa de sentimientos.
Las primeras cien páginas fueron una detallada y profundamente descriptiva introducción para darle paso a un ritmo de trama mucho más dinámico. La clave de conectar con “Ivanhoe” es encariñarse con los personajes, ya que, al retratarse las mismas situaciones/escenas constantemente, es el recorrido de los héroes lo llamativo. Leer las hazañas de los protagonistas, sus dificultades y crecimiento es la razón por la que al estar en la recta final de la novela, me encontraba gritando por el destino e identidades de mis personajes favoritos. El vínculo con el lector es fundamental y puede que sea difícil teniendo en cuenta el denso inicio, pero de conseguirlo, plantearse darle un puntuación perfecta a “Ivanhoe” no me parece una completa locura.
Otra vez -en contra de mis deseos- la vida académica me ha demostrado que mis profesores no se equivocan al elegir las lecturas obligatorias -y qué alivio-. No hay palabras que describan lo épico que fue leer sobre Locksley, Rebeca o el Caballero Negro.