...
Show More
1.5 en realidad Creo que nunca puse esa puntuación antes
Van a haber algunos pequeños spoilers sin marcar, y los más grandes van a estar debidamente marcados.
La pasé MUY mal leyendo este libro! Lo siento, fans de Follett, vengan de a uno, porque lo pienso masacrar.
Tengo una fuerte política de no abandonar los libros que compro en físico (si los leo en digital soy de abandonarlos muy seguido y sin culpa), pero es una filosofía que tengo que empezar a replantearme, porque en mi afán de amortizar los gastos en libros, termino sufriendo página tras página una lectura que claramente no disfruto. Y este fue uno de esos casos.
Lo cierto es que Follett no es de mis autores favoritos, pero dentro de los que escriben históricos, me gusta bastante. Leí Winter of the World, y me gustó, sí, me gustó, tenía sus cosas pero nada que fuera… ultrajante. Leí Pillars of the Earth y de nuevo, lo disfruté en la medida que se podía; había algunas cosas que me hacían ruido, pero nada que arruinara la lectura del todo. Pero, ¿con este? Me replanteé muchas cosas: qué clases de libro me gusta leer, por qué elegí a este autor, por qué este autor decidió escribir sobre esto y otras cosas más.
Edge of Eternity viene a completar esta Trilogía del Siglo, que empezó con la Gran Guerra, la siguió la Alemania nazi y ahora pasamos a la poderosa Guerra Fría, ya saben: espías, bombas nucleares fantasma, Berlín separada en dos, el Muro, el florecimiento del capitalismo, los Beatles y… ugh… la revolución del amor. Volveré a este tema en unos párrafos.
En mi último año de escuela tuve que preparar una monografía sobre un personaje histórico no tan conocido (no podíamos elegir a Hitler, por ejemplo), así que yo elegí a Gorbachov (que es bastante conocido, de todas formas). Con esto quiero decir que tuve que investigar un poco sobre la Guerra Fría e interesarme por lo que este hombre había hecho. Por ende, estaba bastante interesada en leer este libro.
Qué decepción.
Del cast de personajes no destaca ninguno. Al principio parecen todos prometedores, pero ya en las primeras 200 páginas todos y cada uno van cayendo como soldaditos de plomo. El joven abogado que quería cambiar al mundo con los derechos igualitarios, la joven que buscaba abrirse paso entre los estratos de trabajo m��s altos, el adolescente que se rebelaba contra su familia conservadora, los mellizos rusos que se amaban a pesar de tener ideas políticas distintas, el estudiante de Periodismo que soñaba a lo grande… todo por la borda. Todo eso que me prometen en las primeras páginas se deshace con el correr de la novela. El abogado entra a trabajar a la Casa Blanca y se vuelve un perrito faldero del presidente y su séquito. La joven con ambiciones se enamora perdidamente de un hombre casado y su "amor" se torna en una irremediable obsesión y locura. El adolescente rebelde deja la escuela para formar una banda. Los mellizos rusos… bueno, apenas si parecen mellizos, porque el libro jamás me hizo sentir que eran hermanos(y de hecho hubo un pequeño detalle que no sé por qué me pica en el vientre: el hermano varón decía que no le molestaba andar desnudo delante de su hermana melliza porque ambos se querían y bla bla bla, y yo estaba tipo "esta es la única vez que mencionan algo que los muestra como hermanos y tenía que ver con la sexualidad de los personajes", ese fetiche que tiene Follett por el amor de Dios). El estudiante de Periodismo comete más estupideces que un presidente con aires de grandeza, y hasta incluso va a la guerra de Vietnam a defender un país que no es el suyo simplemente por no perder un trabajo. Hasta dónde hemos llegado…
A lo que voy, la novela se degeneró en una telenovela. Por muchas páginas (muchas, MUCHAS, en este libro tan largo, que indebidamente es largo!), ¡el único verdadero argumento fue el del nacimiento, desarrollo y eventual separación de una banda! ¡Lo único que movió la historia fueron las idas y venidas de una pareja hormonal! ¡A la mierda la historia, quién la quiere, cuando afuera, no sé, estaban linchando a Negroes y se viajaba a la luna por primera vez!
No es joda. Por ser una novela histórica, Follett jamás menciona la llegada a la luna. Salteamos 1969, total no pasa nada, un año más, un año menos, no pasó nada importante ese año…
Considerando el pasado del autor, que solo escribía novelas de espías, y teniendo en cuenta que esta es la guerra que inventó prácticamente el espionaje y a James Bond, hay un solo espía y recién aparece en las últimas 200 hojas. Incluso la novela anterior, en donde los espías apenas arrancaban, tuvo un protagonista espía que aparece muchísimas veces, y la primera novela incluso, allá por 1912, tenía la presencia de un espía mucho más latente que el de esta. Hay poca congruencia por acá.
No puedo dejar pasar lo mal parados que este hombre dejó a varios personajes históricos. No, no me sé sus vidas de memoria, no, tampoco los conocí en persona, pero dudo que Jack Kennedy o Richard Nixon o Ronald Reagan hayan sido lo hijos de puta que este libro me enseñó que fueron. Lo lamento, Follett, se te escaparon varias ideas tuyas por ahí. Está bien, supongo que es difícil presentar una novela histórica objetivamente, pero era muy obvio que al autor le caía mejor Gorbachov que todos esos americanos juntos. Insultó la memoria de todos ellos, ¡incluido a Martin Luther King de alguna forma! No sé cómo se hace para manchar la imagen de Martin Luther King, pero este hombre lo logró.
Otro comentario general es que tengo la sensación de que el libro se las da de feminista e igualitario (hombres blancos y negros), pero al final siento que le sale el tiro por la culata. O sea que sí, sus personajes son machistas, y no hacen nada para remediarlo, y sí, los negros son los mejores sobre la Tierra, pero esta posición termina siendo contraproducente con los blancos.
La narración fue simplemente mala. En muchas partes fue sencillamente cómica. El diálogo mueve el 90% del libro, y la verdad de las verdades es que aquí, todos los personajes, ya sean rusos, alemanes, ingleses, americanos, polacos, jóvenes, viejos, adolescentes, blanco, negro, árabe, hablan todos igual. La única muestra de ALGO de preocupación la vi en los personajes británicos que decían "bloody" en vez de damn o algo por el estilo. Pero, já, ¡como si esa fuese la única palabra diferente que dicen los ingleses de los americanos! Este tema de las conversaciones no es menor, porque a veces a Follett se le daba por no aclarar quién decía cada cosa, y entonces en un diálogo ping pong, en el que habla uno y contesta el otro, leíste cinco líneas y ya no sabés quién dice cada cosa.
También los personajes parecen haberse tragado libros de historia, porque recitan hechos como loritos, dando una exposición de lo sucedido bastante inverosímil y ridícula al lector, que rozaba la vergüenza ajena, no lo niego.
Hay lapsos de tiempo considerables entre cortes y cortes, de más o menos cuatro años cada uno. Como claramente no podía relatarnos todo lo sucedido en esos años en la vida de nuestros personajes, Follett optó por simplemente hacer de cuenta que nada ocurrió en ese tiempo, y así es cómo llegamos a personajes que se acuerdan de cosas que habían sucedido cuatro años antes, como por ejemplo, una chica que se acordaba de la mirada que dos personajes habían intercambiado hacía cuatro putos años. Ah, parece como si fuera ayer que recuerdo lo que comí en ese primer recreo de mi quinto año de secundaria ese 19 de julio de 2013… DEJATE DE JODER. GIVE ME A BREAK.
No sé por qué me enojó (y tal vez esto es personal) que Cameron Dewar se volviera un punto de vista en narración tirando al final de la novela. Es un personaje súper flojo que aparece un par de páginas al principio, y después por ochocientas páginas no reaparece, y de repente, tengo que aclimatarme a la idea de que, oia, él también es un protagonista. Protagonista con qué autoridad, no sé, porque se siente como un súper secundario que viene a robar diez minutos de fama.
La intromisión de los personajes de los dos libros anteriores me fue antinatural y forzada. Una cosa es mencionar al pasar que tal o cual padre o abuelo estaba de visita, pero de ahí a cederle un párrafo entero a su apariencia (simplemente por la nostalgia de no tenerlo como protagonista en esta novela) o una página completa a un rollo que debería haberse cerrado en su respectivo libro, resultó anticlimático y bastante fuera de lugar. Pero supongo que eso va con el gusto de cada uno: personalmente, no tengo demasiado cariño por los personajes de libros anteriores, así que esto fue lo que me produjo. Lo peor es que es dolorosamente obvio cuándo Follett está por hacer una declaración sobre sus antiguos personajes. Es como ver el cameo de Stan Lee en las películas de Marvel, solo que es cringy, y es el cameo que nadie esperaba o quería ver.
La Guerra Fría tenía mucho para ofrecer. Claro que no es el mismo drama que el tema de los judíos, pero tiene sus propios puntos. Tenemos la segregación de blancos y negros, de lo cual se ocupa bastante al principio del libro y luego se olvida; tenemos el tema de las bombas nucleares que estaban siempre ahí, intermitentes, acechando la vida de las personas de los dos polos (que nunca se hace presente en la novela); está la maldita y condenada vida que llevaba la Berlín del Este, sin abastecimiento, con medios precarios, policía armada, restricciones por todos lados (que no se hace sentir porque pasamos muy poco rato con la familia que vivía ahí), y después tenemos… la revolución del amor.
Con todos los temas que había para explorar, con todas las facetas que esta interesante y rica parte de la historia tenía para ofrecer en esta apasionante novela, Follett tuvo que hacer hincapié en el Sexo™. Lo pongo así porque, oh mi Dios, si buscaban una novela histórica que reflejara perfectamente la vida de las personas de la época, ¡busquen en otro lado!
Yo sé que Follett necesita su dosis de promiscuidad en sus libros y de vez en cuando viene bien algo de erótica en la lectura, pero en este cruzó la fina línea que define mi cordura. El Sexo™ se convirtió no solo en su recurso más usado para hacer mover la historia, sino que se volvió su muletilla. Cada dos o tres páginas, el Sexo™ atacaba este libro, y personajes que venían teniendo una perfecta conversación normal terminaban como animalitos en celo en un sofá o en una cama. Cuando no sabía qué hacer con sus personajes, los hacía tener relaciones. Estos adultos hablaban de lo que daba más placer, o hablaban del Sexo™, y a mí me causaba gracia, porque parecían nenes de once descubriendo por primera vez que tenían un pene y que podían usarlo para algo. Los diálogos rozaban lo ridículo, las escenas eran desagradables y lo peor de todo es que era c o n s t a n t e. Para colmo, todo el mundo y sus madres eran infieles. Ninguna pareja duraba lo suficiente, NINGUNA. No había forma de evitarlo: dos personajes, un hombre y una mujer, no podían estar juntos más de media página sin tener que coger al final de esta, y lo estoy diciendo en serio. Cuando veías que un hombre empezaba a hablarle a una mujer, ya sabías que iban a ir directamente a la cama, así que ni siquiera tensión sexual previa o algo de sorpresa. De hecho, me sorprendí de veras que Tanya no terminara con Cam al final, porque, ¡o sea!, ¡un hombre y una mujer se cruzaron, y NO cogieron! ¡Maravilloso, espectacular, quién lo creería! Y, realmente, este libro tiene un enfoque tan mal puesto, tan mal colocado, que muestra a las mujeres en este aspecto como solo un hombre podría creer que ellas piensan. Me indignaba verlos hablar, me indignaba ver cómo se seguían alimentando estereotipos que no existen.
Las últimas 150 páginas la novela remonta, porque empiezan a pasar COSAS, no sé si me explico. Y de hecho el final estuvo bastante lindo. Pero no compensa. Demasiado tarde llegó el rescate a esta bazofia.
Me gustó mucho la parte en que George le cuenta a su hijo que sus padres ya no se quieren. Las reacciones del pequeño Jack me enternecieron, y me confirmaron que George pudo haber sido uno de mis personajes favoritos, de no ser por lo mal desarrollado que fue.
El epílogo con el discurso de Barack Obama me gustó bastante. Solo es cuestión de leer ese discurso y compararlo con los Estados Unidos de hoy… ay, Trump, a dónde nos llevarás.
En fin, fue una lectura mala. La padecí. La sufrí. No la disfruté. No conecté con ningún personaje. Ninguno me importaba. La narración era fofa, floja, hizo poco uso de lo hermoso que es el inglés, y en las últimas 300 páginas se notaba que quería terminar el libro, porque no solo los diálogos se vuelven cada vez menos creíbles, sino que los hechos cronológicos pusieron quinta y nitro para acelerar el proceso.
No lo recomiendo. Incluso muchos de los que han leído y gustado de los libros anteriores, coinciden en que este tercer libro fue el peor. No dejen de leer a Follett para formarse sus propias opiniones, pero definitivamente no arranquen por este libro.
Ahora, y perdónenme la expresión, este libro será nada más que "otro ladrillo en la pared", siendo casi literal, pues lo dejaré en un estante alto al que no llego y no pienso tocarlo nunca más.
Van a haber algunos pequeños spoilers sin marcar, y los más grandes van a estar debidamente marcados.
La pasé MUY mal leyendo este libro! Lo siento, fans de Follett, vengan de a uno, porque lo pienso masacrar.
Tengo una fuerte política de no abandonar los libros que compro en físico (si los leo en digital soy de abandonarlos muy seguido y sin culpa), pero es una filosofía que tengo que empezar a replantearme, porque en mi afán de amortizar los gastos en libros, termino sufriendo página tras página una lectura que claramente no disfruto. Y este fue uno de esos casos.
Lo cierto es que Follett no es de mis autores favoritos, pero dentro de los que escriben históricos, me gusta bastante. Leí Winter of the World, y me gustó, sí, me gustó, tenía sus cosas pero nada que fuera… ultrajante. Leí Pillars of the Earth y de nuevo, lo disfruté en la medida que se podía; había algunas cosas que me hacían ruido, pero nada que arruinara la lectura del todo. Pero, ¿con este? Me replanteé muchas cosas: qué clases de libro me gusta leer, por qué elegí a este autor, por qué este autor decidió escribir sobre esto y otras cosas más.
Edge of Eternity viene a completar esta Trilogía del Siglo, que empezó con la Gran Guerra, la siguió la Alemania nazi y ahora pasamos a la poderosa Guerra Fría, ya saben: espías, bombas nucleares fantasma, Berlín separada en dos, el Muro, el florecimiento del capitalismo, los Beatles y… ugh… la revolución del amor. Volveré a este tema en unos párrafos.
En mi último año de escuela tuve que preparar una monografía sobre un personaje histórico no tan conocido (no podíamos elegir a Hitler, por ejemplo), así que yo elegí a Gorbachov (que es bastante conocido, de todas formas). Con esto quiero decir que tuve que investigar un poco sobre la Guerra Fría e interesarme por lo que este hombre había hecho. Por ende, estaba bastante interesada en leer este libro.
Qué decepción.
Del cast de personajes no destaca ninguno. Al principio parecen todos prometedores, pero ya en las primeras 200 páginas todos y cada uno van cayendo como soldaditos de plomo. El joven abogado que quería cambiar al mundo con los derechos igualitarios, la joven que buscaba abrirse paso entre los estratos de trabajo m��s altos, el adolescente que se rebelaba contra su familia conservadora, los mellizos rusos que se amaban a pesar de tener ideas políticas distintas, el estudiante de Periodismo que soñaba a lo grande… todo por la borda. Todo eso que me prometen en las primeras páginas se deshace con el correr de la novela. El abogado entra a trabajar a la Casa Blanca y se vuelve un perrito faldero del presidente y su séquito. La joven con ambiciones se enamora perdidamente de un hombre casado y su "amor" se torna en una irremediable obsesión y locura. El adolescente rebelde deja la escuela para formar una banda. Los mellizos rusos… bueno, apenas si parecen mellizos, porque el libro jamás me hizo sentir que eran hermanos
A lo que voy, la novela se degeneró en una telenovela. Por muchas páginas (muchas, MUCHAS, en este libro tan largo, que indebidamente es largo!), ¡el único verdadero argumento fue el del nacimiento, desarrollo y eventual separación de una banda! ¡Lo único que movió la historia fueron las idas y venidas de una pareja hormonal! ¡A la mierda la historia, quién la quiere, cuando afuera, no sé, estaban linchando a Negroes y se viajaba a la luna por primera vez!
No es joda. Por ser una novela histórica, Follett jamás menciona la llegada a la luna. Salteamos 1969, total no pasa nada, un año más, un año menos, no pasó nada importante ese año…
Considerando el pasado del autor, que solo escribía novelas de espías, y teniendo en cuenta que esta es la guerra que inventó prácticamente el espionaje y a James Bond, hay un solo espía y recién aparece en las últimas 200 hojas. Incluso la novela anterior, en donde los espías apenas arrancaban, tuvo un protagonista espía que aparece muchísimas veces, y la primera novela incluso, allá por 1912, tenía la presencia de un espía mucho más latente que el de esta. Hay poca congruencia por acá.
No puedo dejar pasar lo mal parados que este hombre dejó a varios personajes históricos. No, no me sé sus vidas de memoria, no, tampoco los conocí en persona, pero dudo que Jack Kennedy o Richard Nixon o Ronald Reagan hayan sido lo hijos de puta que este libro me enseñó que fueron. Lo lamento, Follett, se te escaparon varias ideas tuyas por ahí. Está bien, supongo que es difícil presentar una novela histórica objetivamente, pero era muy obvio que al autor le caía mejor Gorbachov que todos esos americanos juntos. Insultó la memoria de todos ellos, ¡incluido a Martin Luther King de alguna forma! No sé cómo se hace para manchar la imagen de Martin Luther King, pero este hombre lo logró.
Otro comentario general es que tengo la sensación de que el libro se las da de feminista e igualitario (hombres blancos y negros), pero al final siento que le sale el tiro por la culata. O sea que sí, sus personajes son machistas, y no hacen nada para remediarlo, y sí, los negros son los mejores sobre la Tierra, pero esta posición termina siendo contraproducente con los blancos.
La narración fue simplemente mala. En muchas partes fue sencillamente cómica. El diálogo mueve el 90% del libro, y la verdad de las verdades es que aquí, todos los personajes, ya sean rusos, alemanes, ingleses, americanos, polacos, jóvenes, viejos, adolescentes, blanco, negro, árabe, hablan todos igual. La única muestra de ALGO de preocupación la vi en los personajes británicos que decían "bloody" en vez de damn o algo por el estilo. Pero, já, ¡como si esa fuese la única palabra diferente que dicen los ingleses de los americanos! Este tema de las conversaciones no es menor, porque a veces a Follett se le daba por no aclarar quién decía cada cosa, y entonces en un diálogo ping pong, en el que habla uno y contesta el otro, leíste cinco líneas y ya no sabés quién dice cada cosa.
También los personajes parecen haberse tragado libros de historia, porque recitan hechos como loritos, dando una exposición de lo sucedido bastante inverosímil y ridícula al lector, que rozaba la vergüenza ajena, no lo niego.
Hay lapsos de tiempo considerables entre cortes y cortes, de más o menos cuatro años cada uno. Como claramente no podía relatarnos todo lo sucedido en esos años en la vida de nuestros personajes, Follett optó por simplemente hacer de cuenta que nada ocurrió en ese tiempo, y así es cómo llegamos a personajes que se acuerdan de cosas que habían sucedido cuatro años antes, como por ejemplo, una chica que se acordaba de la mirada que dos personajes habían intercambiado hacía cuatro putos años. Ah, parece como si fuera ayer que recuerdo lo que comí en ese primer recreo de mi quinto año de secundaria ese 19 de julio de 2013… DEJATE DE JODER. GIVE ME A BREAK.
No sé por qué me enojó (y tal vez esto es personal) que Cameron Dewar se volviera un punto de vista en narración tirando al final de la novela. Es un personaje súper flojo que aparece un par de páginas al principio, y después por ochocientas páginas no reaparece, y de repente, tengo que aclimatarme a la idea de que, oia, él también es un protagonista. Protagonista con qué autoridad, no sé, porque se siente como un súper secundario que viene a robar diez minutos de fama.
La intromisión de los personajes de los dos libros anteriores me fue antinatural y forzada. Una cosa es mencionar al pasar que tal o cual padre o abuelo estaba de visita, pero de ahí a cederle un párrafo entero a su apariencia (simplemente por la nostalgia de no tenerlo como protagonista en esta novela) o una página completa a un rollo que debería haberse cerrado en su respectivo libro, resultó anticlimático y bastante fuera de lugar. Pero supongo que eso va con el gusto de cada uno: personalmente, no tengo demasiado cariño por los personajes de libros anteriores, así que esto fue lo que me produjo. Lo peor es que es dolorosamente obvio cuándo Follett está por hacer una declaración sobre sus antiguos personajes. Es como ver el cameo de Stan Lee en las películas de Marvel, solo que es cringy, y es el cameo que nadie esperaba o quería ver.
La Guerra Fría tenía mucho para ofrecer. Claro que no es el mismo drama que el tema de los judíos, pero tiene sus propios puntos. Tenemos la segregación de blancos y negros, de lo cual se ocupa bastante al principio del libro y luego se olvida; tenemos el tema de las bombas nucleares que estaban siempre ahí, intermitentes, acechando la vida de las personas de los dos polos (que nunca se hace presente en la novela); está la maldita y condenada vida que llevaba la Berlín del Este, sin abastecimiento, con medios precarios, policía armada, restricciones por todos lados (que no se hace sentir porque pasamos muy poco rato con la familia que vivía ahí), y después tenemos… la revolución del amor.
Con todos los temas que había para explorar, con todas las facetas que esta interesante y rica parte de la historia tenía para ofrecer en esta apasionante novela, Follett tuvo que hacer hincapié en el Sexo™. Lo pongo así porque, oh mi Dios, si buscaban una novela histórica que reflejara perfectamente la vida de las personas de la época, ¡busquen en otro lado!
Yo sé que Follett necesita su dosis de promiscuidad en sus libros y de vez en cuando viene bien algo de erótica en la lectura, pero en este cruzó la fina línea que define mi cordura. El Sexo™ se convirtió no solo en su recurso más usado para hacer mover la historia, sino que se volvió su muletilla. Cada dos o tres páginas, el Sexo™ atacaba este libro, y personajes que venían teniendo una perfecta conversación normal terminaban como animalitos en celo en un sofá o en una cama. Cuando no sabía qué hacer con sus personajes, los hacía tener relaciones. Estos adultos hablaban de lo que daba más placer, o hablaban del Sexo™, y a mí me causaba gracia, porque parecían nenes de once descubriendo por primera vez que tenían un pene y que podían usarlo para algo. Los diálogos rozaban lo ridículo, las escenas eran desagradables y lo peor de todo es que era c o n s t a n t e. Para colmo, todo el mundo y sus madres eran infieles. Ninguna pareja duraba lo suficiente, NINGUNA. No había forma de evitarlo: dos personajes, un hombre y una mujer, no podían estar juntos más de media página sin tener que coger al final de esta, y lo estoy diciendo en serio. Cuando veías que un hombre empezaba a hablarle a una mujer, ya sabías que iban a ir directamente a la cama, así que ni siquiera tensión sexual previa o algo de sorpresa. De hecho, me sorprendí de veras que Tanya no terminara con Cam al final, porque, ¡o sea!, ¡un hombre y una mujer se cruzaron, y NO cogieron! ¡Maravilloso, espectacular, quién lo creería! Y, realmente, este libro tiene un enfoque tan mal puesto, tan mal colocado, que muestra a las mujeres en este aspecto como solo un hombre podría creer que ellas piensan. Me indignaba verlos hablar, me indignaba ver cómo se seguían alimentando estereotipos que no existen.
Las últimas 150 páginas la novela remonta, porque empiezan a pasar COSAS, no sé si me explico. Y de hecho el final estuvo bastante lindo. Pero no compensa. Demasiado tarde llegó el rescate a esta bazofia.
Me gustó mucho la parte en que George le cuenta a su hijo que sus padres ya no se quieren. Las reacciones del pequeño Jack me enternecieron, y me confirmaron que George pudo haber sido uno de mis personajes favoritos, de no ser por lo mal desarrollado que fue.
El epílogo con el discurso de Barack Obama me gustó bastante. Solo es cuestión de leer ese discurso y compararlo con los Estados Unidos de hoy… ay, Trump, a dónde nos llevarás.
En fin, fue una lectura mala. La padecí. La sufrí. No la disfruté. No conecté con ningún personaje. Ninguno me importaba. La narración era fofa, floja, hizo poco uso de lo hermoso que es el inglés, y en las últimas 300 páginas se notaba que quería terminar el libro, porque no solo los diálogos se vuelven cada vez menos creíbles, sino que los hechos cronológicos pusieron quinta y nitro para acelerar el proceso.
No lo recomiendo. Incluso muchos de los que han leído y gustado de los libros anteriores, coinciden en que este tercer libro fue el peor. No dejen de leer a Follett para formarse sus propias opiniones, pero definitivamente no arranquen por este libro.
Ahora, y perdónenme la expresión, este libro será nada más que "otro ladrillo en la pared", siendo casi literal, pues lo dejaré en un estante alto al que no llego y no pienso tocarlo nunca más.