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"El ego del hombre es el manantial del progreso humano"
Novela superlativa escrita hacia 1943 que solamente pudo haber sido concebida por una mente muy brillante y escrita por una pluma privilegiada, ambas se dan cita en la persona de Ayn Rand, nacida Alisa Zinóvievna Rosenbaum en San Petersburgo en 1905 y fallecida en Nueva York en 1982.
Obra de largo aliento que con una gran vitalidad nos conduce a través del mundo de la arquitectura en la ciudad de Nueva York de los años 20 y 30 del pasado siglo. Nos describe edificios, casas, planeación de espacios, rascacielos, diseños artísticos, planos e integridad artística que sirven como telón de fondo para narrarnos las andanzas y posturas vitales de sus extraordinarios personajes que, mención aparte, nos pueden causar admiración o aversión.
La disciplina de la arquitectura, elevada como una de las Bellas Artes, es el campo en donde batalla el egoísmo contra el altruismo; el individualismo, motivado por un desapego a las convenciones sociales, contra el colectivismo y contra la integración a una sociedad que no a todos complace.
La novela posee cierto contenido filosófico o ideológico y tal vez especulativo. La ideología aquí desplegada parece no gustar a muchos por su tendencia hacia el individualismo y hacia el egoísmo, pero me parece que no habla del egoísmo como usualmente se entiende. A pesar de moverse constantemente sobre su teoría filosófica del objetivismo, esta larga novela es ágil y no nos plantea muchas complicaciones, manteniendo el ritmo narrativo a través de todo lo largo y ancho de ella, para lo cual se vale de una trama estimulante, planteamientos y reflexiones sumamente interesantes, ricas descripciones, diálogos exuberantes y una buena ambientación de Nueva York. La creación de personajes merece una mención especial, me parecen muy bien estructurados y a la vez un tanto complejos debido a las posturas trascendentales que la autora les sabe infundir a cada uno de ellos.
El libro se divide en cuatro grandes capítulos, cada uno de ellos lleva el nombre de uno de los protagonistas principales. Estos personajes llevan sobre sus hombros una parte importante de la filosofía de la autora, pudiendo ser la tesis o la antítesis:
Peter Keating, brillante arquitecto quien se vale de su profesión para conseguir todo aquello que las aplastantes fuerzas de la sociedad ven como encomiable: dinero, admiración, poder, popularidad, fama, posición social. Conseguir la grandeza pero a ojos de los demás. En una palabra, vivir sin remilgos para lo que la sociedad nos ha impuesto a través de los años. Vivir a través de los demás y no para uno mismo.
Ellsworth Toohey, crítico de arquitectura y arte, escritor, orador, activista, intelectual influyente en los círculos culturales y sobre todo en el mundo de la arquitectura. Un personaje que apoya y cree con fervor en el colectivismo y por el contrario es un detractor del individualismo. Está a favor del acto de pensar juntos, actuar juntos, sentir juntos y luego servir juntos a la colectividad.
Gail Wynand, una rata de muelle en los inicios de su vida y que llega a ser un capitalista exitoso que llega a acumular un gran poder. Logra llegar a la cima de una de la sociedad fatua, fundada en valores frívolos.
Howard Roark, arquitecto visionario, un hombre íntegro; con él estamos frente a una especie de un superhombre entendido en los términos que anheló Friedrich Nietzsche. Ese ser idealista de gran fuerza e independencia, en cierto sentido diferente y superior al resto de los hombres. Un ser heroico “que se asume como destino” y quien es sometido a un juicio que puede interpretarse como un símil del juicio que la sociedad les tiene reservado a todos los hombres diferentes, a aquellos que se mueven fuera de la abrumadora corriente social, a los insumisos y pioneros. Este personaje representa las fuerzas del egoísmo y del individualismo antisocial.
También se presentan una gran cantidad de personajes adicionales, destacando una mujer llamada Dominique Francon que funciona como bisagra entre muchos de ellos, especialmente entre los principales y sobre los cuales ejerce su influencia.
Independientemente de las posturas ideológicas de la autora y de la forma en que se han utilizado para diversos fines políticos o ideológicos, la novela por sí misma es una gran obra tan sólo por su desarrollo narrativo, sus brillantes postulados, sus personajes, su inteligencia.
Cada personaje tiene su propia visión del mundo y su muy peculiar forma de abordarlo y de relacionarse con él. Esto es ejemplificado mediante diversas tesis e interrogantes como por ejemplo:
El egoísmo como una autoafirmación de nuestro yo más auténtico, dejando de lado las expectativas y los valores que la sociedad nos ha inoculado.
Muchas veces, por no decir siempre, el altruismo está movido por resortes como la propia satisfacción. El efectuar una donación nos hace sentir bien, alimenta nuestro ego. ¿Es más noble el acto de donar o bien buscar el respeto a nosotros mismos basado en estándares personales sobre nuestros propios logros?
¿Es más importante buscar la estima de los demás o nuestra propia autoestima?
El dar nos hace sentirnos bien, pero es más importante el sentido de logro. ¿Dar o lograr?
¿Nuestros mejores momentos tienen que ser compartidos con los demás o pueden ser sólo personales?
¿El auto sacrificio es la máxima virtud? ¿Puede un hombre sacrificar su integridad, su honor, su libertad, su ideal, la independencia de su pensamiento, sus convicciones? Es precisamente el yo lo que no puede sacrificarse.
Una novela redonda y provocadora que invita a una profunda reflexión sobre nuestro actuar ante la sociedad y ante nosotros mismos, en donde fluye como un indomable río subterráneo la idea de que el espíritu del hombre es su ego.
Novela superlativa escrita hacia 1943 que solamente pudo haber sido concebida por una mente muy brillante y escrita por una pluma privilegiada, ambas se dan cita en la persona de Ayn Rand, nacida Alisa Zinóvievna Rosenbaum en San Petersburgo en 1905 y fallecida en Nueva York en 1982.
Obra de largo aliento que con una gran vitalidad nos conduce a través del mundo de la arquitectura en la ciudad de Nueva York de los años 20 y 30 del pasado siglo. Nos describe edificios, casas, planeación de espacios, rascacielos, diseños artísticos, planos e integridad artística que sirven como telón de fondo para narrarnos las andanzas y posturas vitales de sus extraordinarios personajes que, mención aparte, nos pueden causar admiración o aversión.
La disciplina de la arquitectura, elevada como una de las Bellas Artes, es el campo en donde batalla el egoísmo contra el altruismo; el individualismo, motivado por un desapego a las convenciones sociales, contra el colectivismo y contra la integración a una sociedad que no a todos complace.
La novela posee cierto contenido filosófico o ideológico y tal vez especulativo. La ideología aquí desplegada parece no gustar a muchos por su tendencia hacia el individualismo y hacia el egoísmo, pero me parece que no habla del egoísmo como usualmente se entiende. A pesar de moverse constantemente sobre su teoría filosófica del objetivismo, esta larga novela es ágil y no nos plantea muchas complicaciones, manteniendo el ritmo narrativo a través de todo lo largo y ancho de ella, para lo cual se vale de una trama estimulante, planteamientos y reflexiones sumamente interesantes, ricas descripciones, diálogos exuberantes y una buena ambientación de Nueva York. La creación de personajes merece una mención especial, me parecen muy bien estructurados y a la vez un tanto complejos debido a las posturas trascendentales que la autora les sabe infundir a cada uno de ellos.
El libro se divide en cuatro grandes capítulos, cada uno de ellos lleva el nombre de uno de los protagonistas principales. Estos personajes llevan sobre sus hombros una parte importante de la filosofía de la autora, pudiendo ser la tesis o la antítesis:
Peter Keating, brillante arquitecto quien se vale de su profesión para conseguir todo aquello que las aplastantes fuerzas de la sociedad ven como encomiable: dinero, admiración, poder, popularidad, fama, posición social. Conseguir la grandeza pero a ojos de los demás. En una palabra, vivir sin remilgos para lo que la sociedad nos ha impuesto a través de los años. Vivir a través de los demás y no para uno mismo.
Ellsworth Toohey, crítico de arquitectura y arte, escritor, orador, activista, intelectual influyente en los círculos culturales y sobre todo en el mundo de la arquitectura. Un personaje que apoya y cree con fervor en el colectivismo y por el contrario es un detractor del individualismo. Está a favor del acto de pensar juntos, actuar juntos, sentir juntos y luego servir juntos a la colectividad.
Gail Wynand, una rata de muelle en los inicios de su vida y que llega a ser un capitalista exitoso que llega a acumular un gran poder. Logra llegar a la cima de una de la sociedad fatua, fundada en valores frívolos.
Howard Roark, arquitecto visionario, un hombre íntegro; con él estamos frente a una especie de un superhombre entendido en los términos que anheló Friedrich Nietzsche. Ese ser idealista de gran fuerza e independencia, en cierto sentido diferente y superior al resto de los hombres. Un ser heroico “que se asume como destino” y quien es sometido a un juicio que puede interpretarse como un símil del juicio que la sociedad les tiene reservado a todos los hombres diferentes, a aquellos que se mueven fuera de la abrumadora corriente social, a los insumisos y pioneros. Este personaje representa las fuerzas del egoísmo y del individualismo antisocial.
También se presentan una gran cantidad de personajes adicionales, destacando una mujer llamada Dominique Francon que funciona como bisagra entre muchos de ellos, especialmente entre los principales y sobre los cuales ejerce su influencia.
Independientemente de las posturas ideológicas de la autora y de la forma en que se han utilizado para diversos fines políticos o ideológicos, la novela por sí misma es una gran obra tan sólo por su desarrollo narrativo, sus brillantes postulados, sus personajes, su inteligencia.
Cada personaje tiene su propia visión del mundo y su muy peculiar forma de abordarlo y de relacionarse con él. Esto es ejemplificado mediante diversas tesis e interrogantes como por ejemplo:
El egoísmo como una autoafirmación de nuestro yo más auténtico, dejando de lado las expectativas y los valores que la sociedad nos ha inoculado.
Muchas veces, por no decir siempre, el altruismo está movido por resortes como la propia satisfacción. El efectuar una donación nos hace sentir bien, alimenta nuestro ego. ¿Es más noble el acto de donar o bien buscar el respeto a nosotros mismos basado en estándares personales sobre nuestros propios logros?
¿Es más importante buscar la estima de los demás o nuestra propia autoestima?
El dar nos hace sentirnos bien, pero es más importante el sentido de logro. ¿Dar o lograr?
¿Nuestros mejores momentos tienen que ser compartidos con los demás o pueden ser sólo personales?
¿El auto sacrificio es la máxima virtud? ¿Puede un hombre sacrificar su integridad, su honor, su libertad, su ideal, la independencia de su pensamiento, sus convicciones? Es precisamente el yo lo que no puede sacrificarse.
Una novela redonda y provocadora que invita a una profunda reflexión sobre nuestro actuar ante la sociedad y ante nosotros mismos, en donde fluye como un indomable río subterráneo la idea de que el espíritu del hombre es su ego.