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Aunque a veces tiene un humor demasiado amargo (o adulto) y presuntuoso... sigue siendo un libro casi excelente. La descripción de lo que es ser un profesor y los ejemplos cotidianos... ah, es tan inspirador y a la vez tan cierto. Siendo profesora yo misma, y años después, puedo decir que los alumnos no han cambiado. Tampoco los que luchamos contra ellos y, a la vez, procuramos amarlos. Porque sí, hay mucho amor involucrado, y es que no puede hacerse esa labor de otra manera.
Consuela, además, saber, que McCourt también a veces se lo comieron con papas fritas, jajaja, por mucho que su gracia incluso haya llegado a significarle un Pulitzer Hace que uno se sienta menos sola en el momento de la caída épica. No es mentira que dar una clase suele ser una lucha y, en palabras del autor, no porque los alumnos sean malos, sino que porque son humanos y se aburren y además son muchos, mientras que el profe es solo uno, solitario frente al aula. Y toda esa energía rebosante, el ocasional despliegue malévolo... no es a propósito. Todos hacemos (en general) lo que podemos.
Terminar la saga (tercer y último librio autobiográfico), me dejó con un gusto dulce, pero también con un resquicio amigo. No es culpa eso último, en todo caso, de McCourt: éste no hizo más que cumplir con el sino de todos los seres vivientes, nacimiento, crecimiento, declive y despedida y además contarlo, y contarlo bien. Quizá es solo que estoy sentimental. Ya he dicho que me ha tocado mucho leer sobre esos temas. No sé si ha sido una casualidad o es que simplemente se escribe más cuando uno está tratando de dejar ir, en especial la vida. El hombre no sólo estaba describiendo su propio viaje, sino que también despidiéndose. Aunque, para ser franca, apenas habla de los años posteriores del ocaso. Así que, s��, quizá sí estoy siendo sentimental.
Agregaré que tampoco me gustó su absoluta falta de empatía con su matrimonio... su auto-condescendencia por así decirlo, y en especial porque ni siquiera se lo cuestionó, ni siquiera fue un tema: (spoiler) ser infiel sin culpa y además emborracharse tantas veces de lo lindo. Mal, McCourt. Se aprecia que fueses sincero, pero... bueno, a veces las personas queremos creer que el género humano es mejor que eso y etcétera. En palabras más directas: qué onda tú (léase con profundo tono reprobatorio).
Sin embargo, en conclusión y de todas formas, me pareció un libro BUENÍSIMO. Una joya de veridismo, en especial para los profesores y escrito, en general, con mucha gracia. Se nota la experiencia de tantos años en aula, el dramatismo añadido y practicado que uno aprende en clases para mantener la atención del "público". Se nota el ojo aguzado. Y se nota el afecto.
Consuela, además, saber, que McCourt también a veces se lo comieron con papas fritas, jajaja, por mucho que su gracia incluso haya llegado a significarle un Pulitzer Hace que uno se sienta menos sola en el momento de la caída épica. No es mentira que dar una clase suele ser una lucha y, en palabras del autor, no porque los alumnos sean malos, sino que porque son humanos y se aburren y además son muchos, mientras que el profe es solo uno, solitario frente al aula. Y toda esa energía rebosante, el ocasional despliegue malévolo... no es a propósito. Todos hacemos (en general) lo que podemos.
Terminar la saga (tercer y último librio autobiográfico), me dejó con un gusto dulce, pero también con un resquicio amigo. No es culpa eso último, en todo caso, de McCourt: éste no hizo más que cumplir con el sino de todos los seres vivientes, nacimiento, crecimiento, declive y despedida y además contarlo, y contarlo bien. Quizá es solo que estoy sentimental. Ya he dicho que me ha tocado mucho leer sobre esos temas. No sé si ha sido una casualidad o es que simplemente se escribe más cuando uno está tratando de dejar ir, en especial la vida. El hombre no sólo estaba describiendo su propio viaje, sino que también despidiéndose. Aunque, para ser franca, apenas habla de los años posteriores del ocaso. Así que, s��, quizá sí estoy siendo sentimental.
Agregaré que tampoco me gustó su absoluta falta de empatía con su matrimonio... su auto-condescendencia por así decirlo, y en especial porque ni siquiera se lo cuestionó, ni siquiera fue un tema: (spoiler) ser infiel sin culpa y además emborracharse tantas veces de lo lindo. Mal, McCourt. Se aprecia que fueses sincero, pero... bueno, a veces las personas queremos creer que el género humano es mejor que eso y etcétera. En palabras más directas: qué onda tú (léase con profundo tono reprobatorio).
Sin embargo, en conclusión y de todas formas, me pareció un libro BUENÍSIMO. Una joya de veridismo, en especial para los profesores y escrito, en general, con mucha gracia. Se nota la experiencia de tantos años en aula, el dramatismo añadido y practicado que uno aprende en clases para mantener la atención del "público". Se nota el ojo aguzado. Y se nota el afecto.