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Un clásico del que probablemente ya se ha dicho todo, aunque no todo lo que se ha dicho sea cierto. Quien se quede con la anécdota de las obscenidades o las abundantes descripciones sexuales se está perdiendo lo mejor de la novela: una brutal crónica del desencanto y el desamparo de una generación que ha perdido cualquier esperanza ante la decadencia del mundo, en el contexto del crack del 29 y la amenaza de una nueva guerra, que se augura inminente.
Un americano de edad indefinida, tal vez más cercano a los cuarenta que a los treinta (el propio Henry Miller tendría esa edad cuando escribió la novela, profundamente autobiográfica) malvive en el París de los primeros años treinta del siglo pasado tratando de entregarse a su pasión de escribir un libro, trabajando de lo que encuentra, comiendo lo que le fían y durmiendo donde le dejan, rodeado de una caterva de amigos y conocidos de todo pelaje, en el que abundan las prostitutas.
No hay una verdadera trama en la novela, que carece de la estructura habitual en la narrativa moderna. Solo una sucesión de escenas que reflejan la vida cotidiana del escritor en un París que se nos presenta sórdido, lóbrego y siniestro, donde buscarse la vida para conseguir un plato que comer, una copa que beber y un coño que follar es el único objetivo del día.
Todo ello descrito con un estilo que podríamos definir como realismo sucio, visceral y deprimente, pero a la vez lleno de lirismo.
Un estilo que influiría en gente como Bukowski; qué fácil resulta ver esa influencia por ejemplo en las novelas de la serie de Chinaski, como Cartero.
En definitiva, se trata de una novela sobre el desencanto, la frustración de una vida sin sentido, la desorientación y la falta de futuro.
Muy recomendable
“El mundo está acabado: no queda ni un pedo seco. ¿Quién que tenga ojos desesperados y ávidos puede sentir el menor respeto hacia estos gobiernos, leyes, códigos, principios, ideales, ideas, totems y tabúes existentes… ?”
Un americano de edad indefinida, tal vez más cercano a los cuarenta que a los treinta (el propio Henry Miller tendría esa edad cuando escribió la novela, profundamente autobiográfica) malvive en el París de los primeros años treinta del siglo pasado tratando de entregarse a su pasión de escribir un libro, trabajando de lo que encuentra, comiendo lo que le fían y durmiendo donde le dejan, rodeado de una caterva de amigos y conocidos de todo pelaje, en el que abundan las prostitutas.
”Cuando me asomo a ese coño exhausto de una puta, siento el mundo entero debajo de mí, un mundo que se tambalea y se desmorona, un mundo usado y pulido como el cráneo de un leproso.”.
No hay una verdadera trama en la novela, que carece de la estructura habitual en la narrativa moderna. Solo una sucesión de escenas que reflejan la vida cotidiana del escritor en un París que se nos presenta sórdido, lóbrego y siniestro, donde buscarse la vida para conseguir un plato que comer, una copa que beber y un coño que follar es el único objetivo del día.
”Simplemente con que pudiera uno estar seguro de que, al ir a la guerra, sólo perdería las piernas... si pudiese uno estar seguro de eso, por mí que estallara una guerra mañana. Me importarían tres cojones las medallas... podrían guardarse las medallas. Lo único que desearía sería una silla de ruedas y tres comidas al día. Entonces les daría algo para leer, a esos capullos.”
Todo ello descrito con un estilo que podríamos definir como realismo sucio, visceral y deprimente, pero a la vez lleno de lirismo.
“Miradlos tumbados una noche de lluvia, tiesos como colchones: hombres, mujeres, piojos, todos apiñados y protegidos por los periódicos contra los gargajos y las sabandijas que andan sin patas. Miradlos bajo los puentes o bajo los cobertizos de los mercados. Qué aspecto tan repugnante ofrecen en comparación con las limpias y brillantes verduras apiladas como joyas.
Hasta los caballos muertos y las vacas y los corderos colgados de los grasientos garfios presentan un aspecto más atractivo.”
Un estilo que influiría en gente como Bukowski; qué fácil resulta ver esa influencia por ejemplo en las novelas de la serie de Chinaski, como Cartero.
En definitiva, se trata de una novela sobre el desencanto, la frustración de una vida sin sentido, la desorientación y la falta de futuro.
Muy recomendable