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4.5
“-Gytha Ogg, ¿qué estás haciendo?
- Comer algo
- ¿Es que no puedes dormir?
-No cojo el sueño, Esme- se quejó Tata Ogg-. No entiendo el porqué.
-¡Oye, estás comiendo una salchicha de ajo! ¡Comparto la cama con alguien que está comiendo salchichas de ajo!
-¡Eh que es mía! ¡Devuélvemela! (…) Creía que te gustaba el ajo, Esme- Dijo la voz resentida de Tata Ogg.
-Las salchichas de ajo están muy bien en su lugar, y su lugar no es la cama. No quiero oír una palabra más. Y échate a un lado, que te estás quedando con todo el duvit”.
Este es el tercer libro que compone la saga de las brujas. Sinceramente, yo no pretendía leer este libro hasta más adelante. Sin embargo, dada una serie de circunstancias especiales me vi en la necesidad de releer esta tercera parte. Tenía miedo de que no me gustase tanto sin darme un descanso. Menos mal que no fue así. Me animó incluso más.
“Los pintores y escritores siempre han tenido un concepto un tanto exagerado de lo que sucede en un aquelarre de brujas. Eso les sucede por pasar tanto tiempo en habitaciones pequeñas, con las cortinas corridas, en vez de salir a tomar el aire fresco que es más sano”.
Esta entrega cuenta con las mismas protagonistas: las tres doñas, las tres brujas o el trío monstruoso (como me gustaría llamarlas).
“-No tenéis más que miraros a vosotras tres-dijo-. Rebosantes de buenas intenciones que no sirven para nada. La doncella, la madre y la arpía.
- ¿A quién estas llamando doncella? - se enfureció Tata Ogg.
- ¿A quién estás llamando madre? – se enfureció Magrat.
Yaya Ceravieja se sonrojó un instante, como alguien que acaba de descubrir que solo queda una pajita y todos los demás han sacado una larga.”
Sin embargo, esta novela tiene un tinte bastante diferente a su anterior entrega. En ella el autor quiere mostrarnos la importancia de los cuentos y el folclore popular y el poder que tienen en nosotros. Todos conocemos las historias de Caperucita, Rapunzel, los tres cerditos, entre otros. No hay una sola versión, algunas más oscuras que otras (debido a la época, ahora no están sino más edulcorados), pero siempre siguen el mismo patrón.
“Por eso, en el Mundodisco la gente se toma las cosas muy en serio.
Como los cuentos.
Porque los cuentos son importantes,
La gente cree que son las personas las que dan forma a los cuentos. En realidad, es justo al revés.
Los cuentos existen con independencia de los que participan en ellos. Si uno sabe eso, el conocimiento es poder.”
No puedo comparar esta novela con la anterior, como he dicho antes, tiene un tinte diferente y sería como comparar el agua con el aceite. Me he reído mucho más que la primera vez. Cualquiera que vea mi libro verá que está más relleno de post-it que de páginas. No me arrepiento. Por otro lado, tiene un toque más filosófico que el anterior y te hace reflexionar a la vez que te hace reír. Este es uno de los toques majestuosos de este autor. Por eso lo amo tanto y no me cansaré de leerle.
“Atiende, los finales felices están muy bien siempre que resulten felices por si mismos- dijo Yaya, mirando hacia el cielo-. Pero no los puedes fabricar para los demás. Es como pensar que la única manera de garantizar un matrimonio feliz es cortar la cabeza a los novios en cuanto dicen “Si quiero”. No se puede fabricar la felicidad”.
“-Gytha Ogg, ¿qué estás haciendo?
- Comer algo
- ¿Es que no puedes dormir?
-No cojo el sueño, Esme- se quejó Tata Ogg-. No entiendo el porqué.
-¡Oye, estás comiendo una salchicha de ajo! ¡Comparto la cama con alguien que está comiendo salchichas de ajo!
-¡Eh que es mía! ¡Devuélvemela! (…) Creía que te gustaba el ajo, Esme- Dijo la voz resentida de Tata Ogg.
-Las salchichas de ajo están muy bien en su lugar, y su lugar no es la cama. No quiero oír una palabra más. Y échate a un lado, que te estás quedando con todo el duvit”.
Este es el tercer libro que compone la saga de las brujas. Sinceramente, yo no pretendía leer este libro hasta más adelante. Sin embargo, dada una serie de circunstancias especiales me vi en la necesidad de releer esta tercera parte. Tenía miedo de que no me gustase tanto sin darme un descanso. Menos mal que no fue así. Me animó incluso más.
“Los pintores y escritores siempre han tenido un concepto un tanto exagerado de lo que sucede en un aquelarre de brujas. Eso les sucede por pasar tanto tiempo en habitaciones pequeñas, con las cortinas corridas, en vez de salir a tomar el aire fresco que es más sano”.
Esta entrega cuenta con las mismas protagonistas: las tres doñas, las tres brujas o el trío monstruoso (como me gustaría llamarlas).
“-No tenéis más que miraros a vosotras tres-dijo-. Rebosantes de buenas intenciones que no sirven para nada. La doncella, la madre y la arpía.
- ¿A quién estas llamando doncella? - se enfureció Tata Ogg.
- ¿A quién estás llamando madre? – se enfureció Magrat.
Yaya Ceravieja se sonrojó un instante, como alguien que acaba de descubrir que solo queda una pajita y todos los demás han sacado una larga.”
Sin embargo, esta novela tiene un tinte bastante diferente a su anterior entrega. En ella el autor quiere mostrarnos la importancia de los cuentos y el folclore popular y el poder que tienen en nosotros. Todos conocemos las historias de Caperucita, Rapunzel, los tres cerditos, entre otros. No hay una sola versión, algunas más oscuras que otras (debido a la época, ahora no están sino más edulcorados), pero siempre siguen el mismo patrón.
“Por eso, en el Mundodisco la gente se toma las cosas muy en serio.
Como los cuentos.
Porque los cuentos son importantes,
La gente cree que son las personas las que dan forma a los cuentos. En realidad, es justo al revés.
Los cuentos existen con independencia de los que participan en ellos. Si uno sabe eso, el conocimiento es poder.”
No puedo comparar esta novela con la anterior, como he dicho antes, tiene un tinte diferente y sería como comparar el agua con el aceite. Me he reído mucho más que la primera vez. Cualquiera que vea mi libro verá que está más relleno de post-it que de páginas. No me arrepiento. Por otro lado, tiene un toque más filosófico que el anterior y te hace reflexionar a la vez que te hace reír. Este es uno de los toques majestuosos de este autor. Por eso lo amo tanto y no me cansaré de leerle.
“Atiende, los finales felices están muy bien siempre que resulten felices por si mismos- dijo Yaya, mirando hacia el cielo-. Pero no los puedes fabricar para los demás. Es como pensar que la única manera de garantizar un matrimonio feliz es cortar la cabeza a los novios en cuanto dicen “Si quiero”. No se puede fabricar la felicidad”.