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"Tres cuentos" fue el último libro que publicó en su vida Gustave Flaubert, más allá de su extravagante proyecto aparecido póstumamente, y que se llamó “Bouvard y Pécuchet”.
Los tres cuentos vieron la luz en 1877, pero fueron escritos dos años antes.
La idea de Flaubert era darse un respiro y escribir algo más fresco que la complicación a la que estaba sometido con Bouvard y Pécuchet, y es por ello que decide publicarlos.
Están ambientados en épocas bien distintas, el primero durante algunos años atrás, durante sus días en el siglo XIX, el segundo es una historia medieval y el tercero en la época bíblica.
De los tres, personalmente me quedo con “Un corazón sencillo”, en primer lugar porque aún recuerdo estar leyéndolo en un banco de espera de la Facultad de Humanidades mientras estudiaba Licenciatura en Letras y segundo porque me encantan los cuentos y novelas más importantes de ese movimiento que se llamó Realismo.
Cabe aclarar que el Realismo de Flaubert difiere en ciertos aspectos del de Balzac, por ejemplo, quien basaba muchas de sus novelas en el status social, en el dinero y en el poder que éste genera (“Eugènie Grandet” y “La muchacha de los ojos de oro”). Tal vez Stendhal con su “Rojo y negro” también se equipare a Balzac.
En Flaubert, el Realismo se percibe especialmente en las costumbres de los personajes (casualmente, “Madame Bovary” tiene un subtítulo: “Costumbres de provincia”), en su modo de vida y en la manera tan detallada que tenía Flaubert de describir a las personas y los objetos.
Esa es la característica más sobresaliente: el exagerado detalle de todo lo que uno “ve” mientras lee.
Flaubert describe las personas, su cabellera, las manos, la ropa, los vestidos, los zapatos, los animales, el interior de las casas, las partes del mobiliario, los adornos, los ambientes, los bosques, las calles, las plazas, los edificios, todo, absolutamente todo.
Y por último, si algo tiene bien marcado el Realismo es que a diferencia del Romanticismo, todo lo que se narra tiene un principio, un medio y un final y se cuenta con una precisión cronológica sin falencias, además de dar fechas exactas, certeras. Ejemplo: "Un lunes, el 14 de julio de 1819…" (página 29). Esto hace que el lector esté exactamente ubicado en espacio tiempo durante la lectura del texto.
Respecto de “Tres cuentos”, si bien las épocas son distintas, en todos los casos, hay un tema afín a ellos y que todos comparten: el de la muerte.
En los tres, Flaubert trabajan la cuestión de la muerte que aplica a uno de sus personajes y no es un dato menor. Creo que es donde quiere inferir el significado de lo que narra.
“Un corazón sencillo” es realmente un cuento perfecto. Me encanta la descripción que hace de su personaje principal, Felicitas, cuyo nombre contrasta con todas las penurias y miserias que tiene que vivir. Fiel, leal, trabajadora abnegada, Felicitas es exactamente contraria a la quijotesca Madame Bovary y forma parte del mundo que mejor sabe describir Flaubert: el de la burguesía.
Sinceramente, sostengo que es un cuento impecable, no tiene fallas. No hay nada en él que no dudas acerca de su perfección narrativa.
En “La leyenda de San Julián, el Hospitalario”, el autor desarrolla toda una historia medieval con connotaciones de parábola y con un final que nos aporta un mensaje edificante acerca de Julián, que es una mezcla de caballero andante y santo. Le encuentro a este cuento conexiones con algunas de las “Vidas imaginarias” que nos narra Marcel Schwob.
La vida de Julián traza un curso exacto que muta de la crueldad a la redención y el cuento se cierra correctamente, sin fisuras.
El último de los cuentos, “Herodías”, es el que menos me atrajo. Más allá de los personajes de Herodes Antipas, Agripa y de Ioakannan, me recordaron mucho a “Salomé”, esa obra en un solo acto escrita por Oscar Wilde sobre la muerte de San Juan Bautista, pero en líneas generales, no desentona con las restantes historias narradas por Flaubert.
En resumidas cuentas, “Tres cuentos” es un libro brillantemente narrado, que se lee fácil y rápidamente y que está escrito por ese inolvidable autor francés que se llamó Gustave Flaubert.
Los tres cuentos vieron la luz en 1877, pero fueron escritos dos años antes.
La idea de Flaubert era darse un respiro y escribir algo más fresco que la complicación a la que estaba sometido con Bouvard y Pécuchet, y es por ello que decide publicarlos.
Están ambientados en épocas bien distintas, el primero durante algunos años atrás, durante sus días en el siglo XIX, el segundo es una historia medieval y el tercero en la época bíblica.
De los tres, personalmente me quedo con “Un corazón sencillo”, en primer lugar porque aún recuerdo estar leyéndolo en un banco de espera de la Facultad de Humanidades mientras estudiaba Licenciatura en Letras y segundo porque me encantan los cuentos y novelas más importantes de ese movimiento que se llamó Realismo.
Cabe aclarar que el Realismo de Flaubert difiere en ciertos aspectos del de Balzac, por ejemplo, quien basaba muchas de sus novelas en el status social, en el dinero y en el poder que éste genera (“Eugènie Grandet” y “La muchacha de los ojos de oro”). Tal vez Stendhal con su “Rojo y negro” también se equipare a Balzac.
En Flaubert, el Realismo se percibe especialmente en las costumbres de los personajes (casualmente, “Madame Bovary” tiene un subtítulo: “Costumbres de provincia”), en su modo de vida y en la manera tan detallada que tenía Flaubert de describir a las personas y los objetos.
Esa es la característica más sobresaliente: el exagerado detalle de todo lo que uno “ve” mientras lee.
Flaubert describe las personas, su cabellera, las manos, la ropa, los vestidos, los zapatos, los animales, el interior de las casas, las partes del mobiliario, los adornos, los ambientes, los bosques, las calles, las plazas, los edificios, todo, absolutamente todo.
Y por último, si algo tiene bien marcado el Realismo es que a diferencia del Romanticismo, todo lo que se narra tiene un principio, un medio y un final y se cuenta con una precisión cronológica sin falencias, además de dar fechas exactas, certeras. Ejemplo: "Un lunes, el 14 de julio de 1819…" (página 29). Esto hace que el lector esté exactamente ubicado en espacio tiempo durante la lectura del texto.
Respecto de “Tres cuentos”, si bien las épocas son distintas, en todos los casos, hay un tema afín a ellos y que todos comparten: el de la muerte.
En los tres, Flaubert trabajan la cuestión de la muerte que aplica a uno de sus personajes y no es un dato menor. Creo que es donde quiere inferir el significado de lo que narra.
“Un corazón sencillo” es realmente un cuento perfecto. Me encanta la descripción que hace de su personaje principal, Felicitas, cuyo nombre contrasta con todas las penurias y miserias que tiene que vivir. Fiel, leal, trabajadora abnegada, Felicitas es exactamente contraria a la quijotesca Madame Bovary y forma parte del mundo que mejor sabe describir Flaubert: el de la burguesía.
Sinceramente, sostengo que es un cuento impecable, no tiene fallas. No hay nada en él que no dudas acerca de su perfección narrativa.
En “La leyenda de San Julián, el Hospitalario”, el autor desarrolla toda una historia medieval con connotaciones de parábola y con un final que nos aporta un mensaje edificante acerca de Julián, que es una mezcla de caballero andante y santo. Le encuentro a este cuento conexiones con algunas de las “Vidas imaginarias” que nos narra Marcel Schwob.
La vida de Julián traza un curso exacto que muta de la crueldad a la redención y el cuento se cierra correctamente, sin fisuras.
El último de los cuentos, “Herodías”, es el que menos me atrajo. Más allá de los personajes de Herodes Antipas, Agripa y de Ioakannan, me recordaron mucho a “Salomé”, esa obra en un solo acto escrita por Oscar Wilde sobre la muerte de San Juan Bautista, pero en líneas generales, no desentona con las restantes historias narradas por Flaubert.
En resumidas cuentas, “Tres cuentos” es un libro brillantemente narrado, que se lee fácil y rápidamente y que está escrito por ese inolvidable autor francés que se llamó Gustave Flaubert.