...
Show More
"Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado."
Cuando yo era chico, a la edad de diez años, acostumbraba a acompañar a mi papá a pescar. A mí no me gustaba la pesca, pero me encantaba verlo a él en todo el esplendor de su pasión.
Mi padre era carpintero, pero los domingos acostumbraba a subir a su lancha “Gui-Fer II” que había reconstruido (era un bote de salvamento de un viejo barco pesquero llamado "Cristo Rey") y pasaba toda la mañana y la tarde pescando en su querida laguna “Brava”.
Una tarde, nos llevó a un lugar más lejano llamado “La cueva del tigre”, que se parece más a la locación de una novela de Joseph Conrad que de un lugar para ir a pescar. Armó su equipo (era un profesional en esto) para pescar corvinas y comenzó, hasta que en un momento enganchó algo realmente pesado. Intuía que era un pez enorme. Le llevó un trabajo titánico y una lucha de cuarenta y cinco minutos sacarlo y todo esto haciendo pie en un lugar lleno de algas resbaladizas y con un equipo de pesca para peces de mucho menor peso y tamaño.
Extenuado y con los brazos doloridos, finalmente lo sacó. Era un tiburón leopardo de 2,10 metros de largo y 42 kilogramos. Una pieza realmente excelente que en su desesperación cuando se encontró fuera del agua intentó tirarle un mordiscón a un pescador que con la mano quiso agarrarlo de la cabeza. Lo llevaron en un Jeep hasta un lugar en donde lo colgaron y mi padre se sacó una foto (que lamentablemente ya no tengo) exhibiendo orgulloso su trofeo. Recuerdo que en la foto, la cola del tiburón se doblaba por el piso. No pudieron extenderlo en su totalidad desde el malacate. Jamás en mi vida vi a alguien pescar algo tan grande.
“El viejo y el mar” es una novela inolvidable para mí, porque me remite siempre a esa experiencia que viví con mi padre. La lucha de Santiago con semejante pez es más agotadora y le lleva más tiempo pero la similitud entre ambas “luchas” es sorprendente.
Esta novela le fue encargada a Hemingway por la revista Time y gracias a ella ganó el premio Pulitzer en 1953 y además le sirvió de espaldarazo para ganar el premio Novel un año después.
Es también un ejemplo de tenacidad, de superación y fortaleza porque el viejo Santiago nunca se rinde. Pelea y pelea hasta el final y de esa lucha sin tregua primero contra el pez y luego contra los tiburones que de a poco van despedazando su presa pero no cede hasta arribar al puerto con los restos que le quedan del pez. De toda esta historia surge la frase más famosa del libro: "Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado."
En el caso de la novela se aplica a la lucha de este pescador durante toda su travesía pero es algo que todos podemos aplicar en cualquier aspecto de nuestras vidas.
Es un libro muy corto y se disfruta muchísimo. Yo lo recomiendo mucho.
Santiago es para mí, Oscar, mi papá, a quien ya no tengo conmigo pero que llevo siempre presente en mi corazón.
n n
Cuando yo era chico, a la edad de diez años, acostumbraba a acompañar a mi papá a pescar. A mí no me gustaba la pesca, pero me encantaba verlo a él en todo el esplendor de su pasión.
Mi padre era carpintero, pero los domingos acostumbraba a subir a su lancha “Gui-Fer II” que había reconstruido (era un bote de salvamento de un viejo barco pesquero llamado "Cristo Rey") y pasaba toda la mañana y la tarde pescando en su querida laguna “Brava”.
Una tarde, nos llevó a un lugar más lejano llamado “La cueva del tigre”, que se parece más a la locación de una novela de Joseph Conrad que de un lugar para ir a pescar. Armó su equipo (era un profesional en esto) para pescar corvinas y comenzó, hasta que en un momento enganchó algo realmente pesado. Intuía que era un pez enorme. Le llevó un trabajo titánico y una lucha de cuarenta y cinco minutos sacarlo y todo esto haciendo pie en un lugar lleno de algas resbaladizas y con un equipo de pesca para peces de mucho menor peso y tamaño.
Extenuado y con los brazos doloridos, finalmente lo sacó. Era un tiburón leopardo de 2,10 metros de largo y 42 kilogramos. Una pieza realmente excelente que en su desesperación cuando se encontró fuera del agua intentó tirarle un mordiscón a un pescador que con la mano quiso agarrarlo de la cabeza. Lo llevaron en un Jeep hasta un lugar en donde lo colgaron y mi padre se sacó una foto (que lamentablemente ya no tengo) exhibiendo orgulloso su trofeo. Recuerdo que en la foto, la cola del tiburón se doblaba por el piso. No pudieron extenderlo en su totalidad desde el malacate. Jamás en mi vida vi a alguien pescar algo tan grande.
“El viejo y el mar” es una novela inolvidable para mí, porque me remite siempre a esa experiencia que viví con mi padre. La lucha de Santiago con semejante pez es más agotadora y le lleva más tiempo pero la similitud entre ambas “luchas” es sorprendente.
Esta novela le fue encargada a Hemingway por la revista Time y gracias a ella ganó el premio Pulitzer en 1953 y además le sirvió de espaldarazo para ganar el premio Novel un año después.
Es también un ejemplo de tenacidad, de superación y fortaleza porque el viejo Santiago nunca se rinde. Pelea y pelea hasta el final y de esa lucha sin tregua primero contra el pez y luego contra los tiburones que de a poco van despedazando su presa pero no cede hasta arribar al puerto con los restos que le quedan del pez. De toda esta historia surge la frase más famosa del libro: "Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado."
En el caso de la novela se aplica a la lucha de este pescador durante toda su travesía pero es algo que todos podemos aplicar en cualquier aspecto de nuestras vidas.
Es un libro muy corto y se disfruta muchísimo. Yo lo recomiendo mucho.
Santiago es para mí, Oscar, mi papá, a quien ya no tengo conmigo pero que llevo siempre presente en mi corazón.
n n