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"Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra. Vivir, con el alma aferrada, a un dulce recuerdo que lloro otra vez."
Concuerdo totalmente con el periodista y traductor Joan Casas, cuando en el prólogo de esta edición nos dice que si se hubieran reunido temas y canciones para una banda de sonido de este libro, hubiera sido su tema principal "Volver", ese inmortal tango de Gardel y Le Pera, que es el más odiseico de todos los tiempos, puesto que esas sentidas estrofas concuerdan con la historia de este héroe, Laertíada, raza de Zeus, agudisimo Ulises, aunque para mí con una salvedad: jamás Ulises vuelve con la frente marchita sino con ésta bien alta, más allá de los padeceres, deshonras y pérdidas que sufre en su periplo de retorno durante diez años, luego de otros diez luchando en Troya cuando finalmente pisa su amadísima Ítaca.
Siempre consideré que para leer la Odisea me era indispensable primero terminar la Ilíada aunque en realidad lo correcto sería primero leer la Teogonía de Hesíodo, en donde el aedo cuenta el origen del mundo hasta la aparición de todos los dioses del Olimpo que luego Homero y el resto de los poetas griegos más importantes tomarán como parte de sus relatos épicos y tragedias.
Luego viene la batalla de Troya tal como nos lo es contada en la Ilíada, y posteriormente, los libros que narran los retornos por un lado, de Ulises en la Odisea, el de Eneas en la Eneída luego de la destrucción de Troya (esto narrado por el poeta latino Virgilio pero que tiene directa conexión con los otros poemas épicos), junto con el regreso de Agamenón a su casa, narrado por Esquilo, con un resultado completamente opuesto al de Ulises, puesto que a diferencia de Penélope, es asesinado por su esposa Clitmnenestra y Egisto, su amante y posteriormente la Orestíada, también de Esquilo, que cuenta la venganza de Orestes, hijo de Agamenón, matando al asesino de su padre.
Lamentablemente yo no mantuve ese orden de lectura. Leí primero la Eneida, luego la Ilíada y Odisea y ahora comencé con la Teogonía.
Pero volvamos a esta maravilla de libro. Realmente he disfrutado de la misma manera que en la Ilíada lo que Homero nos cuenta en la Odisea con la diferencia que en este libro me ha sido aún más placentera su lectura, dado que noto una prosa más clara y más amena que en la Ilíada, más allá de estar escrita en hexámetros. Tal vez sea cierto lo que dicen los historiadores acerca de Homero y es que puede que separen a la Ilíada de la Odisea muchísimos años.
Es como que la primera fue relatada por un jovencísimo Homero, tal vez de 25 años, digamos, mientras que la segunda tienen otro tenor en sus hexámetros, como si las hubiera relatado un Homero de sesenta años.
Yendo a la historia propiamente, en la Odisea nos encontramos nuevamente con la intervención divina, con la diferencia de que en este libro no son tantos los dioses que aparecen. Díria que son cuatro: Poseidón, Zeus, Palas Atenea y Hermes.
La historia comienza cuando Homero narra la desgracia de Ulises mientras es retenido en una cueva por la ninfa Calipso quien a cambio le ofrece la inmortalidad. Palas Atenea oye los ruegos que le hace Ulises y lo libera, más le advierte que sufrirá muchos males y la muerte merodeará siempre a su alrededor.
Por el otro lado se viven las angustiosas horas de su esposa, la discreta Penélope y su único hijo Telémaco con el agravante de que creyendo la supuesta muerte del héroe es, su palacio visitado por muchos pretendientes, quienes comienzan a devastar todos las riquezas que Ulises dejó asi como cortejar también a Penélope para desposarla. Esto lleva a Telémaco a emprender un viaje en busca de su padre primero a Pilos y luego a Esparta en donde se encuentra con viejos héroes de guerra como el anciano Néstor y el átrida Menelao, hermano de Agamenón.
Ulises, en su travesía llega a Feacia en donde es recibido con amabilidad y honores. Allí encontrará a Demódoco, un aedo ciego, lo que nos hace pensar que Homero se homenajea a sí mismo para formar parte de las leyendas que este libro narra.
Pronto se tornará tortuosa su travesía y comienzan sus males cuando desata la furia del dios Poseidón por asesinar a su hijo (son tres los dioses más importantes en la mitología griega: Zeus, rey del Olimpo, portador de la égida y dueño del rayo y el trueno, Poseídon, quien sacude la tierra y controla los mares y Hades quien gobierna el Tártaro y el mundo de los muertos), el cíclope Polifemo que mantiene cautivo a Ulises y sus hombres en una caverna.
También tiene especial climax su encuentro con Circe, la perversa diosa que convierte a los dioses en animales que pone a Ulises y todos hombres a prueba y más tarde las cosas se ponen realmente negras durante su llegada a la isla donde pastan las Vacas del Sol, ya que serán castigados duramente y funesto será el desenlace que vivencien.
Más allá de tantas desgracias, siempre, en toda la historia, es Palas Atenea la diosa de proteger tanto a Ulises como a Penélope y Telémaco durante sus reiterados infortunios y cuenta además con la ayuda fundamental de otro dios: Hermes (o Mercurio en la mitología romana) cuando con "palabras aladas" deben hecerse llegar a uno u otros los mensajes más importantes.
Pero durará poco la paz para Ulises cuando ya lejos de Feacia tendrá que afrontar lo que Poseidón le tiene conjurado en su destino: sortear el acecho de las Sirenas que para muchos es la forma más fácil de identificar al libro, aunque a este encuentro Homero le dedica sólo una pequeña porción de hexámetros.
Para mí, el escollo más difícil, y mortal que debe sortear Ulises es en el estrecho entre dos los peñascos en los que se encuentran las infernales criaturas marinas que son Escila y Caribdes y es creo el peor momento que vive en toda su travesía. La muerte hace estragos en este pasaje.
Otro capitulo que me apasionó es su viaje hasta el Hades porque me hizo recordar al inovidable Canto VI de la Eneida cuando Eneas desciende a los infiernos para rescatar a su padre Anquises y por supuesto, al Infierno de Dante junto a Virgilio, quien casualmente creador de la Eneida.
Todo esto forma parte de la "ilación universal", como dice un querido amigo mío.
En el Hades, pasados los campos de Asfódelo, Ulises se reencontrará con las sombras de sus amigos muertos en la batallas en Troya. Desfilarán ante él Agamenón, asi también como la sombra su amada madre, muerta de pena, a Tiresias, el adivino ciego tebano (sí, el mismo que aparece en la tragedia Edipo Rey de Sófocles), a su admiradísimo e ilustre Pélida, Aquiles, a la sombra del bravo Ayax Telamonio ofendido y también un desfile innumerable de seres mitológicos como los titanes Tántalo, Sísifo y Hércules, hijo de Zeus. Le es encomendado enfrentarse con la gorgona Perséfone, pero no se arriesga y sigue su camino.
Y así, un día llega finalmente a su amada Ítaca, pero no será fácil tener a su esposa e hijos en sus brazos. Disfrazado por Palas Atenea como un mendigo deberá vivir un sinfín de deshonras y desgracias más aún ante una caterva de desagradables pretendientes que esquilman y saquean los bienes de su morada. Tanta insolencia los hará pagar caro, puesto que Ulises divino junto con su hijo telémaco, Eumeo y Filetio convertirá los pisos del palacio en un auténtico río de sangre, necesario para finalmente abrazar a su amada esposa y a su anciano padre Laertes.
Finalmente reinará la paz porque Zeus, ante los ruegos de Palas Atenea así lo dispuso.
Veinte años no es nada, agudísimo Ulises.
Puedes descansar tranquilo, ya que el fin justificó los medios.
Concuerdo totalmente con el periodista y traductor Joan Casas, cuando en el prólogo de esta edición nos dice que si se hubieran reunido temas y canciones para una banda de sonido de este libro, hubiera sido su tema principal "Volver", ese inmortal tango de Gardel y Le Pera, que es el más odiseico de todos los tiempos, puesto que esas sentidas estrofas concuerdan con la historia de este héroe, Laertíada, raza de Zeus, agudisimo Ulises, aunque para mí con una salvedad: jamás Ulises vuelve con la frente marchita sino con ésta bien alta, más allá de los padeceres, deshonras y pérdidas que sufre en su periplo de retorno durante diez años, luego de otros diez luchando en Troya cuando finalmente pisa su amadísima Ítaca.
Siempre consideré que para leer la Odisea me era indispensable primero terminar la Ilíada aunque en realidad lo correcto sería primero leer la Teogonía de Hesíodo, en donde el aedo cuenta el origen del mundo hasta la aparición de todos los dioses del Olimpo que luego Homero y el resto de los poetas griegos más importantes tomarán como parte de sus relatos épicos y tragedias.
Luego viene la batalla de Troya tal como nos lo es contada en la Ilíada, y posteriormente, los libros que narran los retornos por un lado, de Ulises en la Odisea, el de Eneas en la Eneída luego de la destrucción de Troya (esto narrado por el poeta latino Virgilio pero que tiene directa conexión con los otros poemas épicos), junto con el regreso de Agamenón a su casa, narrado por Esquilo, con un resultado completamente opuesto al de Ulises, puesto que a diferencia de Penélope, es asesinado por su esposa Clitmnenestra y Egisto, su amante y posteriormente la Orestíada, también de Esquilo, que cuenta la venganza de Orestes, hijo de Agamenón, matando al asesino de su padre.
Lamentablemente yo no mantuve ese orden de lectura. Leí primero la Eneida, luego la Ilíada y Odisea y ahora comencé con la Teogonía.
Pero volvamos a esta maravilla de libro. Realmente he disfrutado de la misma manera que en la Ilíada lo que Homero nos cuenta en la Odisea con la diferencia que en este libro me ha sido aún más placentera su lectura, dado que noto una prosa más clara y más amena que en la Ilíada, más allá de estar escrita en hexámetros. Tal vez sea cierto lo que dicen los historiadores acerca de Homero y es que puede que separen a la Ilíada de la Odisea muchísimos años.
Es como que la primera fue relatada por un jovencísimo Homero, tal vez de 25 años, digamos, mientras que la segunda tienen otro tenor en sus hexámetros, como si las hubiera relatado un Homero de sesenta años.
Yendo a la historia propiamente, en la Odisea nos encontramos nuevamente con la intervención divina, con la diferencia de que en este libro no son tantos los dioses que aparecen. Díria que son cuatro: Poseidón, Zeus, Palas Atenea y Hermes.
La historia comienza cuando Homero narra la desgracia de Ulises mientras es retenido en una cueva por la ninfa Calipso quien a cambio le ofrece la inmortalidad. Palas Atenea oye los ruegos que le hace Ulises y lo libera, más le advierte que sufrirá muchos males y la muerte merodeará siempre a su alrededor.
Por el otro lado se viven las angustiosas horas de su esposa, la discreta Penélope y su único hijo Telémaco con el agravante de que creyendo la supuesta muerte del héroe es, su palacio visitado por muchos pretendientes, quienes comienzan a devastar todos las riquezas que Ulises dejó asi como cortejar también a Penélope para desposarla. Esto lleva a Telémaco a emprender un viaje en busca de su padre primero a Pilos y luego a Esparta en donde se encuentra con viejos héroes de guerra como el anciano Néstor y el átrida Menelao, hermano de Agamenón.
Ulises, en su travesía llega a Feacia en donde es recibido con amabilidad y honores. Allí encontrará a Demódoco, un aedo ciego, lo que nos hace pensar que Homero se homenajea a sí mismo para formar parte de las leyendas que este libro narra.
Pronto se tornará tortuosa su travesía y comienzan sus males cuando desata la furia del dios Poseidón por asesinar a su hijo (son tres los dioses más importantes en la mitología griega: Zeus, rey del Olimpo, portador de la égida y dueño del rayo y el trueno, Poseídon, quien sacude la tierra y controla los mares y Hades quien gobierna el Tártaro y el mundo de los muertos), el cíclope Polifemo que mantiene cautivo a Ulises y sus hombres en una caverna.
También tiene especial climax su encuentro con Circe, la perversa diosa que convierte a los dioses en animales que pone a Ulises y todos hombres a prueba y más tarde las cosas se ponen realmente negras durante su llegada a la isla donde pastan las Vacas del Sol, ya que serán castigados duramente y funesto será el desenlace que vivencien.
Más allá de tantas desgracias, siempre, en toda la historia, es Palas Atenea la diosa de proteger tanto a Ulises como a Penélope y Telémaco durante sus reiterados infortunios y cuenta además con la ayuda fundamental de otro dios: Hermes (o Mercurio en la mitología romana) cuando con "palabras aladas" deben hecerse llegar a uno u otros los mensajes más importantes.
Pero durará poco la paz para Ulises cuando ya lejos de Feacia tendrá que afrontar lo que Poseidón le tiene conjurado en su destino: sortear el acecho de las Sirenas que para muchos es la forma más fácil de identificar al libro, aunque a este encuentro Homero le dedica sólo una pequeña porción de hexámetros.
Para mí, el escollo más difícil, y mortal que debe sortear Ulises es en el estrecho entre dos los peñascos en los que se encuentran las infernales criaturas marinas que son Escila y Caribdes y es creo el peor momento que vive en toda su travesía. La muerte hace estragos en este pasaje.
Otro capitulo que me apasionó es su viaje hasta el Hades porque me hizo recordar al inovidable Canto VI de la Eneida cuando Eneas desciende a los infiernos para rescatar a su padre Anquises y por supuesto, al Infierno de Dante junto a Virgilio, quien casualmente creador de la Eneida.
Todo esto forma parte de la "ilación universal", como dice un querido amigo mío.
En el Hades, pasados los campos de Asfódelo, Ulises se reencontrará con las sombras de sus amigos muertos en la batallas en Troya. Desfilarán ante él Agamenón, asi también como la sombra su amada madre, muerta de pena, a Tiresias, el adivino ciego tebano (sí, el mismo que aparece en la tragedia Edipo Rey de Sófocles), a su admiradísimo e ilustre Pélida, Aquiles, a la sombra del bravo Ayax Telamonio ofendido y también un desfile innumerable de seres mitológicos como los titanes Tántalo, Sísifo y Hércules, hijo de Zeus. Le es encomendado enfrentarse con la gorgona Perséfone, pero no se arriesga y sigue su camino.
Y así, un día llega finalmente a su amada Ítaca, pero no será fácil tener a su esposa e hijos en sus brazos. Disfrazado por Palas Atenea como un mendigo deberá vivir un sinfín de deshonras y desgracias más aún ante una caterva de desagradables pretendientes que esquilman y saquean los bienes de su morada. Tanta insolencia los hará pagar caro, puesto que Ulises divino junto con su hijo telémaco, Eumeo y Filetio convertirá los pisos del palacio en un auténtico río de sangre, necesario para finalmente abrazar a su amada esposa y a su anciano padre Laertes.
Finalmente reinará la paz porque Zeus, ante los ruegos de Palas Atenea así lo dispuso.
Veinte años no es nada, agudísimo Ulises.
Puedes descansar tranquilo, ya que el fin justificó los medios.