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Con ’Odalisca’ concluye el primer macrovolumen del Ciclo Barroco, que empezó con ‘Azogue’ y ‘El rey de los vagabundos’, y que en inglés se publicó en un único volumen, ‘Quicksilver’, que ganó el Premio Arthur C. Clarke en 2004. (Nunca entenderé la política de ciertas editoriales a la hora de publicar ciertos títulos. Hay veces que publican libros de 1000 páginas sin problemas, y otras te dividen libros de 700, aprovechándose del pobre lector.) En este último volumen, Neal Stephenson nos sigue narrando los encuentros de Daniel Waterhouse con personajes famosos del siglo XVII, así como las intrigas de Eliza en la corte de Luis XIV en Versalles, sobre todo a través de su correspondencia cifrada.
Una vez completado este primer macrovolumen, ya se tiene una visión más de conjunto y se pueden sacar ciertas conclusiones. Decir que Stephenson se va por las ramas sería el eufemismo del año. Porque la verdad es que el autor abusa de la trama política y se pierde entre los vericuetos de la genealogía de la realeza. A mí personalmente me gustan los aderezos en una trama, la paja vamos, siempre que esta paja sea entretenida. Y este no es el caso. Stephenson tendría que haber aplicado la tijera sin ambages, sobre todo en ciertos pasajes realmente farragosos e innecesarios.
Me gustaron más las dos primeras partes de esta historia que esta última, sobre todo ‘Azogue’, donde Stephenson se extiende más sobre la ciencia de la época, algo que sigue existiendo en ‘El rey de los vagabundos’, pero que se pierde en ‘Odalisca’. A este último libro le falta vitalidad, esperaba un crescendo por parte del escritor, y lo que hace es dejarlo todo para el siguiente macrovolumen del ciclo, La confusión, otras 1000, que a su vez finaliza con El sistema del mundo. Es decir, que estamos hablando de casi 3000 páginas. Sin duda un proyecto ambicioso por parte de Stephenson.
Una vez completado este primer macrovolumen, ya se tiene una visión más de conjunto y se pueden sacar ciertas conclusiones. Decir que Stephenson se va por las ramas sería el eufemismo del año. Porque la verdad es que el autor abusa de la trama política y se pierde entre los vericuetos de la genealogía de la realeza. A mí personalmente me gustan los aderezos en una trama, la paja vamos, siempre que esta paja sea entretenida. Y este no es el caso. Stephenson tendría que haber aplicado la tijera sin ambages, sobre todo en ciertos pasajes realmente farragosos e innecesarios.
Me gustaron más las dos primeras partes de esta historia que esta última, sobre todo ‘Azogue’, donde Stephenson se extiende más sobre la ciencia de la época, algo que sigue existiendo en ‘El rey de los vagabundos’, pero que se pierde en ‘Odalisca’. A este último libro le falta vitalidad, esperaba un crescendo por parte del escritor, y lo que hace es dejarlo todo para el siguiente macrovolumen del ciclo, La confusión, otras 1000, que a su vez finaliza con El sistema del mundo. Es decir, que estamos hablando de casi 3000 páginas. Sin duda un proyecto ambicioso por parte de Stephenson.