El libro me gustó hasta el penúltimo capítulo. Ese final tan drástico que parece que le falte 1 capítulo hizo que pusiera tan baja las estrellas. Y el final tan abierto! No sé qué le pasó a Patricia en este libro.
Not one of best in the Dr. Kay Scarpetta series. The first half was confusing & weird at times; a little on the overly complex side and did lend well to being a easy or fully enjoyable read. It's kind of hard to describe as well. The story was interesting at times and original in the telling of a frequently-used psychiatric diagnosis storyline, esp. for mysteries and thrillers. The second half and lead up to the ending was pretty good but then actual ending was abrupt leaving it a little anticlimatic...or buzz-killer...kind of like really that was it, that's how you ended it & then went in to the wrapping up phase which was several pgs. Oh well, I guess part of that is b/c it was less impressive than her other books, but not horrible or anything. Maybe it's Kay being in Florida and she needs to go back to VA (only somewhat sarcastic on this point). See synopsis or another review for details....I've lose interest already & too tired at this point!
I read "Predator" once, started the next one in the series, and decided to reread "Predator." It was clever.
There are four predators. See below. Basil Jenrette: He is the psychopathic cop behind bars. He would play as a victim to lure, then would flip as controller and torture them. Helen Quincy/Stevie/Jan Hamilton/HOG: Helen was preyed upon by her mentally-ill mother and sexually abusive uncle. She developed dissociative identity disorder, preys on others, and re-enacts what happened to her. Dr. Marilyn Self: She preys on her patients, listeners, and viewers for personal gain. Joe the academy fellow: He preys on Dr. Scarpetta, Joe, and Lucy for fun.
This book also has at least one pun. Conversation between legitimate, badged, FL Dept of Agriculture & Consumer Services citrus inspectors and Dr. Self: One of the inspectors looks red ring in comparison with the leaves showing only new infection and says, "I'm stumped."
Many thanks to LibraryThing.com, which helped me with character names.
This was the last Scarpetta book that I purchased, though I have read some of the subsequent books via library copies. The endless conspiracies got to be a bit much. It was bad enough to kill off Benton (temporarily- and resulting from stupid stuff he would never do) and all the suffering that entailed. But to bring him back and say that Benton, Lucy and Marino were all in on this particularly cruel conspiracy was so out of character for all involved that it left a bad taste.
This book was hard to read- Firstly, the torture inflicted on people described in every nasty detail. Secondly, the book slow-burned its way to a crisis, and then Cornwall just skipped right over that part and wrote a chapter or two about the aftermath. Laziness? Exhaustion? Who knows? Cornwall should have ended this series with Point of Origin.
I have one of these to go, which should tell you how I feel about them.
Better than some of the last ones that had plot holes I could drive a jumbo jet through, Predator works okay if this was a stand alone novel and one didn't know the history of these characters.
The characters are strained, not in their relations with each other, though that's true as well, but in their interactions w/reality. Cornwell had a lot of psychological turmoil in her life and I have to think that the cracks started to show in her novels.
The ending is of course ridiculous, the action anti-climatic, and the premise of multiple personalities thoroughly discredited, but did I mention I only have one more to read.
How many psychopaths can Lucy get involved with? I feel like we’ve been here before. Please don’t tell me that Benton could not tell if the patient he was treating was a man or a woman. And there’s a tumor? Suddenly? (That never gets mentioned again)
Las novelas de Patricia Cornwell, lo he comentado en otra ocasión aquí mismo, son una excelente muestra del modo en el que se construyen las novelas negras a las que podría denominarse «de corte científico». Es decir, novelas profundamente cerebrales, en las que el protagonista echa mano de todos los avances tecnológicos que hay a su alrededor —parezcan verosímiles o no, aunque nadide duda de su existencia en el mundo real— y en las que, al mismo tiempo, el autor no pierde la oportunidad de enzarzarse en profusas explicaciones técnicas —por boca propia o de los personajes—, que lo mismo versan acerca de una máquina que de una reacción química, del modo en el que trabaja el cuerpo humano o de la finalidad que tiene llevar a cabo un conjunto de pruebas. Todo ello dicho de una forma tal que el lector no se siente excluido, ni tampoco cree que le han tomado el pelo y que, en lugar de una novela de detectives, ha comprado un tratado de medicina forense. Nada de ello. El mérito de Cornwell, en este sentido, reside justamente en eso: en incorporar al lector, en comprender que no es un experto en las materias que se abordan —aunque no dudo que buena parte de quienes devoran los casos de Kay Scarpetta sean forenses profesionales— y, por lo mismo, en darle la información que se requiere para comprender más o menos de qué va el caso, pero sin excederse. Sin, repito, llevarlo de la mano a un anfiteatro para preguntarle de qué murió un tío hinchado y plagado de manchas verdes. O moradas.
El encanto de las novelas de la Cornwell, y de esta en particular, reside en la inteligente combinación de los aspectos técnicos ya comentados con una buena dosis de sensacionalismo clásico —o sea, aquel que aparece al presentarse los conflictos románticos o solo emocionales de los personajes— y, también, con el despliegue de la parte criminal de un modo sumamente ágil. El resultado es Predator, una novela que se deja leer de buen modo, que entretiene y que pone a pensar lo suficiente. Una novela con buenos personajes, por los que alternativamente se puede sentir interés, conmiseración, desprecio y hasta rabia, y con un par de entornos —Miami y Harvard— bien recreados.
Entonces, si todo es tan bueno, ¿por qué las tres estrellas? Primero, por el modo en el que es relatado el desenlace de la historia. Si bien el giro que da la trama al final es magistral —y sí, completamente inesperado aunque, por lo mismo y si se piensa un poco, improbable y hasta ilógico—, parece, al menos en mi opinión, apresurado, como si el editor le hubiera dicho a la autora «si lo escribes en menos de 400 páginas, podremos venderlo mejor en ediciones de bolsillo y ponerle un precio accesible en pasta dura» o algo parecido. Un buen desarrollo, pausado, que se toma su tiempo para contar un par de pleitos intrascendentes entre Benton y Kay, se va por la borda cuando todo termina por resolverse en las últimas diez páginas de la novela.
A propósito de esto, de los pleitos insulsos, la nota dada a la novela también está influida por un problema narrativo que es recurrente en las obras de Patricia Cornwell, visible en el hecho de que, en muchas ocasiones, el estado de ánimo por el que transitan los personajes es perceptible, no con base en lo que hacen o dicen esos mismos personajes, sino en las notas del narrador. El clásico «está furioso», «está triste» o «dice, al borde del llanto», que intenta construir un ambiente determinado pero que no se corresponde con lo que se lee y que, de hecho, si no apareciera, haría que la lectura se moviera en un sentido muy distinto, llevada únicamente por lo que expresan los personajes.
Quizá también la nota se deba a que, por momentos, se propende a la confusión en el fluir de las escenas y en el cambio de los escenarios: uno tiene que regresar páginas y más páginas —en ocasiones infructiosamente— para darse cuenta de dónde está un personaje, o adónde se dirige, o adónde parece haberse dirigido, y de paso comprender por qué lo ha hecho. Tal vez el problema no llegue a la categoría del «hueco narrativo», pero se encuentra cerca, en la clasificación vecina, la de la «insuficiencia argumentativa» que, además de obrar en contra de la recta comprensión de la trama, se vuelve un asunto incómodo al obligar a suspender la lectura, retornar alguinos capítulos, releer el segmento conflictivo, tratar de entender y, finalmente, retomar la lectura, no siempre con la convicción de saber qué ha sucedido.
Lo último que actúa en contra de la novela, pero en esta ocasión de una manera que es por completo ajena a la voluntad de la autora, es la traducción. De nuevo, Ediciones B nos regala un texto plagado de localismos, de giros muy castizos, de palabras que, puestas en boca de unos gringos típicos, quedan ridículas. En suma, un texto traducido en un español cerrado, local, peninsular, y no en uno neutro. Uno que ignora —neciamente, toda vez que el tema es muy sabido— que el mayor mercado para los libros en español no es España, sino América, donde bajo ninguna circunstancia se habla la lengua del modo en el que estos individuos se empeñan en traducirla. Y se empeñan a sabiendas de que existen distintas maneras de darle la vuelta a una expresión localista. Por poner un ejemplo, muy socorrida es «de coña», en sus variantes «¿estás de coña?» y «ni de coña». ¿Por qué eligió la traductora emplear semejante expresión —un vulgarismo, por si fuera poco? No es posible saberlo. Si el original, como es de suponerse, rezaba «are you joking?» o «not even joking», las elecciones obvias para traducir eran «¿bromeas?» y «ni de broma». Las obvias. Si se piensa un poco, hay al menos cinco opciones más en cada caso. Sin embargo, resulta que nadie le indicó a Cristina Marín —la ínclita traductora que, por otra parte, hace un buen trabajo al poner en cristiano toda la jerga técnica de la obra— que tenía que hacerlo. Y nadie se lo indicó porque es costumbre no hacerlo, lo que determina que, en una traducción cualquiera, los personajes de Haruki Murakami terminen hablando como si hubieran salido de Puente de Vallecas y los de Philip Roth como si se encontraran todas las tardes en la Puerta del Sol. Lo que, no sobra decirlo, conduce a que las traducciones pierdan sentido y, hasta cierto punto, fuerza. O, para decirlo con Barthes, adonde ello conduce es a falsear el efecto de realidad. Falsearlo o, siendo benevolentes, atenuarlo.
I'm not really a fan of Patricia Cornwell, but this was an audiobook I checked out from the library. A good enough plot with obviously well developed characters. Marino, Scarpetta, and the gang provide and interesting lead up to build the plot. Not really a fan of Benton. He sounds and acts like a total dweeb. No backbone and frankly I picture him as a big wimp. Kay wears "wears the pants" in that relationship if you know what I mean. They don't seem compatible other than the work that seems to dominate their relationship. Why does it seem like they're always just inches from calling it quits? That's rather childish drama and something I think a writer of Cornwell's renown shouldn't be stooping down to. Lucy having a pituitary adenoma (my wife had one and it was surgically removed) explains some of her crazy behavior.
Every time I read (or listen to as was the case here) a Cornwell story I walk away feeling cheated.