Siempre consideré a Robert Louis Stevenson un gran escritor. Ha quedado un poco a la sombra de los grandes novelistas sin que eso haya mermado su calidad literaria a través de tantos años. En una acalorada frase resume cómo se sentía al respecto cuando declara en una carta a un amigo ”Que escriban sus malditas obras maestras para ellos y me dejen en paz!”.
Con una buen cantidad de cuentos, la pequeña e inolvidable nouvelle, “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” y este libro le fue suficiente para ser recordado por siempre. Existen otras novelas y cuentos también célebres como “El Diablo en la Botella”, “La Flecha Negra” o “Las Nuevas Mil y una Noches” que están también a la altura de otros títulos de su obra, pero este libro y el de Jekyll y Hyde fueron los que quedaron en la memoria y el corazón del lector.
Stevenson reconoce que se inspiró en otras novelas y sin necesidad de plagiarlas, creó la historia de “La Isla del Tesoro” a partir de un mapa que dibujó junto al hijo de su esposa, llamado Sam “Lloyd” Osbourne y a quien quería mucho, además de tomar como modelo para su personaje Long John Silver a su mejor amigo, W.E. Henley, quien era cojo de una pierna: “Fue el verte en acción con tu fuerza mutilada y tu carisma dominante lo que engendró a John Silver”.
En lo que a este libro respecta, Stevenson, lector asiduo, tomó lo mejor de novelistas como Washington Irving, Jonathan Swift, Daniel Defoe y aspectos del cuento “El Escarabajo de Oro” de Edgar Allan Poe para darle forma a su propia novela. En esa época era moneda corriente encontrarse con libros como “Robinson Crusoe”, “Los Viajes de Gulliver” o “La Narrativa de Arthur Gordon Pym” para utilizar como plataforma de salto a cualquier nueva aventura en el mar y fue clave para Stevenson leer un libro que le regalara su amigo Henley, llamado “Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas”, escrito por un tal Johnson.
Con todo ese material, Stevenson se embarcó en el proyecto de escritura que sufriría un parate ante la pérdida de inspiración deteniendo su publicación por partes en el “Young Folks”, una revista literaria muy de moda para jóvenes en esos años.
Por mi parte, me es difícil despegarme de alguien que ha escrito varias novelas sobre el mar, los barcos y las experiencias de los hombres que se subieron a ellos y me refiero a uno de mis escritores predilectos: Herman Melville.
Puedo asegurar que el personaje principal de esta narración, Jim Hawkins posee el deseo de aventura de Ishmael en “Moby Dick,” corre los peligros de “Billy Budd” y tiene la audacia innata de “Israel Potter”, todas ellas escritas por Melville y protagonizadas por personajes arrastrados a situaciones tan peligrosas para ponerlos a prueba y transformarlos rápidamente en hombres aún siendo adolescentes inexpertos.
En este libro aparecen personajes maravillosos. El de Hawkins es un caso. Es un adolescente intrépido, del que estimamos posee entre doce y quince años de edad y del que supongo fue creado por Stevenson para homenajear a su hijastro. Otro personaje digno de admiración es el doctor Livesey, de una entereza intachable a lo largo de todo el libro. Sus valores permanecen inalterables. Junto a él, el caballero Trewlaney y el capitán Smollet conforman un grupo de hombres notables que jamás se rendirán ante las vicisitudes de los motines y de las sangrientas acciones que se desarrollan promediando el libro.
Por el otro lado, nos encontraremos a personajes que tendrán mucho que ver a lo largo de la historia. Desde el primer bucanero, el viejo capitán Billy Bones, pasando por distintos piratas menores como Hands, Merry, O’Brien y Anderson, y especialmente quien descolla como el personaje más complejo de la historia y que es el mismísimo Long John Silver. Es un hombre que fluctúa entre el bien y el mal, entre la ambición y el deber y a quien veremos debatirse entre ir a buscar el tesoro y salirse con su obsesiva intención de quedarse con toda esa fortuna en caso de encontrarlo. Rápidamente, la codicia del "hombre de fortuna", que es definición del pirata, le ganará la compulsa en su cabeza para amotinarse a bordo de la Hyspaniola, la goleta que los llevará a la isla en donde supuestamente se encuentra ese que dejara escondido el famoso Capitán Flint junto con el mapa para llegar a él.
Mención final para Ben Gunn, un personaje del que no contaré mucho para quien no haya leído el libro aún, pero que tiene mucho que ver el transcurso de la historia.
Este libro me ha llevado de vuelta a mi infancia, a mi adolescencia y a la época en que no hacía otra cosa más que leer los libros de aventura que tanto me gustaban.
Y ustedes se preguntarán: ¿Y el tesoro? ¿Por qué esta reseña no dice nada acerca de él? ¿Lo encuentran o no?
Bueno, como en varios pasajes del libro dicen la frase ”Los muertos no muerden”, me transformaré en una tumba y no comentaré nada por respeto al lector que quiera seguir los pasos de Jim Hawkins y su atrapante aventura en busca de "La Isla del Tesoro", así que... ¡todos a bordo!