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Entre los diálogos platónicos existe uno que es curioso por dos razones a resaltar: la cantidad de interlocutores es mínima, por un lado, y, por el otro, la variedad de los temas que desarrolla es tal que no puede clasificarse ninguno de los mismos como el predominante.
tEs decir que, en primer lugar, quienes conversan son dos personajes solamente: Sócrates y Fedro (lo cual se podría considerar como una rareza al comparar las distintas obras platónicas). Y, en segundo lugar, al continuar la costumbre de disponer subtítulos indicativos del eje central a las obras, en este caso particular sería tarea complicada. Por eso algunos traductores han optado por una solución arbitraria, y le pusieron «Fedro o...» del amor (en la edición de Gabriel Silva Rincón), de lo bello y lo ético (en la traducción de García Bacca). Mientras que otros, quizá por no querer añadir nada al original, sólo toman en cuenta el título (en la edición de Gredos).
tPero el punto sigue siendo el mismo: si nos preguntaran sobre qué se habla en el Fedro no podríamos decir «sobre esto», sino que, por rigor, habría que aclarar «sobre esto, aquello y lo otro». O, en otras palabras, sobre el amor aparente y el verdadero, las distintas locuras que aquejan al hombre, la trascendencia del alma, la oralidad y la escritura y los tipos retórica detrás de ambas.
1. Primer discurso de Lisias
tFedro, como entusiasta de los discursos, queda gratamente sorprendido y admirado por el que le transmitió Lisias, sobre la conveniencia de entregarse al hombre desapasionado. En el mismo se presentan distintas razones por las cuales el hombre enamorado sólo provoca perjuicios al amado. Secuencialmente son éstas:
a) «los enamorados se arrepienten luego de verse satisfechos» (231a)
b) «pueden sacrificar sus antiguos amores por los nuevos» (231c)
c) «tienen espíritu enfermo y falta de buen sentido» (231d)
d) «cualquier cosa les enoja y creen que todo se hace para perjudicarlos» (232c)
e) «alejan a todos de su amado, dejándoles sin amigos» (232d)
f) «se enamoran del cuerpo antes que del alma, y no puede asegurarse si su amistad debe sobrevivir a la satisfacción de su deseo» (232e)
g) «el amor se debe compadecer, no envidiar» (233b)
h) «en vez de dañarnos, ayudarnos mutuamente» (234c)
tLisias, pues, parte de una descripción del amor que se da efectivamente entre la mayoría de los hombres, aunque no lo reconozca ni lo anuncie así él mismo. De modo que, las razones (de la «a» hasta la «h») aducidas para mostrar las consecuencias contraproducentes para el amado y el propio amante, son una enumeración relacionada única y exclusivamente con el amor aparente, es decir, aquél que se muestra como tal pero que no necesariamente es tal.
tAquél «amor» egoísta, que busca meramente la satisfacción de los propios deseos (232e), a los cuales permanece esclavo, dominado totalmente por los mismos. Aquél «amor» que se enoja por cualquier cosa, por trivial que sea, y que ve enemigos por todas partes (232c); hasta el punto de aislarse de todos y de todo (232d), dejando al amante y al amado encerrados en sí mismos como en la peor cárcel, queriendo abandonarse mutuamente pero sin poder hacerlo, por la mutua dependencia ya establecida. Aquél «amor» profundamente enfermo, que le desgarra el buen sentido al hombre (231d), hasta el punto en que no valora a nadie realmente, pudiendo sacrificar a todos sus antiguos amados por sólo alabar el capricho del más reciente (231c). Aquél «amor» tiránico por naturaleza (al ser esclavo del deseo) y por finalidad (corromper al amado para tenerle controlado), que lo quiere todo a cualquier costo, incluso si le despoja al hombre de lo mejor que tiene... Porque, en fin, dicho «amor» sólo vela por el cuerpo (del amante que quiere satisfacerse y del amado que puede dar placer), y no aprecia el alma (de ninguno de los dos), de modo que es tan inestable que no se puede asegurar que pueda darse amistad alguna luego de que el deseo haya sido apaciguado (232e). Un amor que, más que envidia, sólo debe compadecerse (233b), pues provoca la degradación absoluta de quienes se involucran en el mismo.
tEse no es el amor que merecemos, nos dice Lisias, precediendo incluso a Sócrates, que en otros términos y de forma más extensa, llegará al mismo punto. No debemos entregarnos, pues, a un amor tiránico donde sólo nos hacemos daño, sino a uno donde nos ayudemos mutuamente (234c). Pero sobre éste otro, cuál es y cuáles son sus características, Lisias guarda silencio.
2. Primer discurso de Sócrates
tValga aclarar desde el comienzo que, el primer monólogo de Sócrates, sólo es un re-planteamiento de lo ya dicho por Lisias en su escrito (236b). De modo que no representa su postura al respecto (el amor) ni mucho menos.
tLa cuestión es que, apenas terminó Fedro de leer en voz alta el discurso de Lisias, le planteó Sócrates...
El resto del escrito se encuentra en mi blog: https://jsaaopinionpersonal.wordpress...
tEs decir que, en primer lugar, quienes conversan son dos personajes solamente: Sócrates y Fedro (lo cual se podría considerar como una rareza al comparar las distintas obras platónicas). Y, en segundo lugar, al continuar la costumbre de disponer subtítulos indicativos del eje central a las obras, en este caso particular sería tarea complicada. Por eso algunos traductores han optado por una solución arbitraria, y le pusieron «Fedro o...» del amor (en la edición de Gabriel Silva Rincón), de lo bello y lo ético (en la traducción de García Bacca). Mientras que otros, quizá por no querer añadir nada al original, sólo toman en cuenta el título (en la edición de Gredos).
tPero el punto sigue siendo el mismo: si nos preguntaran sobre qué se habla en el Fedro no podríamos decir «sobre esto», sino que, por rigor, habría que aclarar «sobre esto, aquello y lo otro». O, en otras palabras, sobre el amor aparente y el verdadero, las distintas locuras que aquejan al hombre, la trascendencia del alma, la oralidad y la escritura y los tipos retórica detrás de ambas.
1. Primer discurso de Lisias
tFedro, como entusiasta de los discursos, queda gratamente sorprendido y admirado por el que le transmitió Lisias, sobre la conveniencia de entregarse al hombre desapasionado. En el mismo se presentan distintas razones por las cuales el hombre enamorado sólo provoca perjuicios al amado. Secuencialmente son éstas:
a) «los enamorados se arrepienten luego de verse satisfechos» (231a)
b) «pueden sacrificar sus antiguos amores por los nuevos» (231c)
c) «tienen espíritu enfermo y falta de buen sentido» (231d)
d) «cualquier cosa les enoja y creen que todo se hace para perjudicarlos» (232c)
e) «alejan a todos de su amado, dejándoles sin amigos» (232d)
f) «se enamoran del cuerpo antes que del alma, y no puede asegurarse si su amistad debe sobrevivir a la satisfacción de su deseo» (232e)
g) «el amor se debe compadecer, no envidiar» (233b)
h) «en vez de dañarnos, ayudarnos mutuamente» (234c)
tLisias, pues, parte de una descripción del amor que se da efectivamente entre la mayoría de los hombres, aunque no lo reconozca ni lo anuncie así él mismo. De modo que, las razones (de la «a» hasta la «h») aducidas para mostrar las consecuencias contraproducentes para el amado y el propio amante, son una enumeración relacionada única y exclusivamente con el amor aparente, es decir, aquél que se muestra como tal pero que no necesariamente es tal.
tAquél «amor» egoísta, que busca meramente la satisfacción de los propios deseos (232e), a los cuales permanece esclavo, dominado totalmente por los mismos. Aquél «amor» que se enoja por cualquier cosa, por trivial que sea, y que ve enemigos por todas partes (232c); hasta el punto de aislarse de todos y de todo (232d), dejando al amante y al amado encerrados en sí mismos como en la peor cárcel, queriendo abandonarse mutuamente pero sin poder hacerlo, por la mutua dependencia ya establecida. Aquél «amor» profundamente enfermo, que le desgarra el buen sentido al hombre (231d), hasta el punto en que no valora a nadie realmente, pudiendo sacrificar a todos sus antiguos amados por sólo alabar el capricho del más reciente (231c). Aquél «amor» tiránico por naturaleza (al ser esclavo del deseo) y por finalidad (corromper al amado para tenerle controlado), que lo quiere todo a cualquier costo, incluso si le despoja al hombre de lo mejor que tiene... Porque, en fin, dicho «amor» sólo vela por el cuerpo (del amante que quiere satisfacerse y del amado que puede dar placer), y no aprecia el alma (de ninguno de los dos), de modo que es tan inestable que no se puede asegurar que pueda darse amistad alguna luego de que el deseo haya sido apaciguado (232e). Un amor que, más que envidia, sólo debe compadecerse (233b), pues provoca la degradación absoluta de quienes se involucran en el mismo.
tEse no es el amor que merecemos, nos dice Lisias, precediendo incluso a Sócrates, que en otros términos y de forma más extensa, llegará al mismo punto. No debemos entregarnos, pues, a un amor tiránico donde sólo nos hacemos daño, sino a uno donde nos ayudemos mutuamente (234c). Pero sobre éste otro, cuál es y cuáles son sus características, Lisias guarda silencio.
2. Primer discurso de Sócrates
tValga aclarar desde el comienzo que, el primer monólogo de Sócrates, sólo es un re-planteamiento de lo ya dicho por Lisias en su escrito (236b). De modo que no representa su postura al respecto (el amor) ni mucho menos.
tLa cuestión es que, apenas terminó Fedro de leer en voz alta el discurso de Lisias, le planteó Sócrates...
El resto del escrito se encuentra en mi blog: https://jsaaopinionpersonal.wordpress...