Publicado a finales de los 70, tiene una trama que mezcla géneros como thriller, terror y detectives. Está ambientado en 1959, en la ciudad de Nueva York. Además, la libertad de escribir sobre temas sensibles sin reparos fue una combinación ganadora.
Harry Ángel es un solitario detective casi en bancarrota. Como caído del cielo, recibe un cliente por intermediación de un abogado. Este cliente, que parece ser un hombre involucrado en el mundo del espectáculo, busca a un cantante llamado Johnny Favorite. Johnny regresó de la guerra, fue internado en una clínica y nunca más se le volvió a ver.
A partir de ahí, Harry inicia una investigación extraña que va tomando tintes surrealistas a cada paso. Es tan extraño que el mismo detective a veces se siente envuelto en un sueño onírico o en una pesadilla demencial. En su camino, se empiezan a topar con personas con actitudes raras, por no decir extravagantes.
Hay escenas realmente impactantes. Se involucran temas de satanismo y religiones afro, así como un recorrido por todo Nueva York. Y para coronar el pastel, tenemos un final redondo al que no se le puede pedir más.
Es un libro tan de los 70 y 80 que me recuerda todas las películas ochenteras que veo ahora. Me asombran por lo libres de inhibiciones y lo ingenuamente escandalosas que eran.
Este tipo de libro no dará para reflexiones profundas, pero está muy bien escrito. Disfruté leyéndolo y es un perfecto ejemplo de un libro entretenido, sin otras pretensiones.