Es un clásico de la literatura universal que va de la mano de Thomas Mann y de Marcel Proust. Sin embargo, es cierto que la narrativa tan densa puede distraernos del relato. Es un mar infinito de relaciones personales que nos saca de la historia. Llegamos a la conclusión de que la vida no es más que eso, que somos el producto de las interacciones con otros iguales. Pero sus más de ochocientas páginas, una letra minúscula, su condenado ritmo narrativo y la dificultad en sus metáforas, han hecho de enfrentarse a este portentoso gigante de la literatura casi una odisea titánica.
Yo llegué a él gracias a la película "el editor de libros", que es muy recomendable. Supo que este libro tuvo que ser revisado miles de veces y capado por el editor en cuestión, que veía mucho potencial en él. Solo Dios sabe cuánto hubiera medido el conjunto completo final de Del tiempo y el río.